Opinión

Poema Juan

A quien pudiera sorprenderle que en los catálogos de las muchas exposiciones realizadas, en el país y en el exterior, por ese pintor de raza que es Juan López Taetzel, se reiteren una y otra vez los poemas, entrañables y leves, de Juan L. Ortiz, un entrerriano universal, quizá los tranquilice saber que no se trata de un hecho inusual para la historia del arte moderno.
A quien pudiera sorprenderle que en los catálogos de las muchas exposiciones realizadas, en el país y en el exterior, por ese pintor de raza que es Juan López Taetzel, se reiteren una y otra vez los poemas, entrañables y leves, de Juan L. Ortiz, un entrerriano universal, quizá los tranquilice saber que no se trata de un hecho inusual para la historia del arte moderno.
Fueron los grandes poetas, por ejemplo Baudelaire, Apollinaire o Rilke, los que anunciaron en primer lugar (y antes que muchos supuestos especialistas) la aparición de nuevas tendencias o nuevos valores en las artes plásticas. Pero, además, y por si eso fuera poco, especialmente a partir de la magnífica subversión surrealista, los lazos entre poesía y pintura se mostraron mucho más raigales, mucho más fecundos. No por supuesto de una forma apenas superficial, descriptiva, literaria en el peor sentido, sino sustentándose mutuamente, como debe ser, en los dominios de la vida y del sueño, del amor y de la rebelión, de la fraternidad y la aventura, es decir de lo que el hombre lleva dentro tanto como de lo que le estalla afuera.
Entre nosotros, por desgracia, no son muchos los casos que pueden aludirse a ese nivel. Pero, con seguridad, uno de ellos es sin duda nuestro Juan López Taetzel. No sólo porque sea poeta él mismo, como lo ha probado con sus intensos y reveladores escritos, sino también porque en muy pocos artistas plásticos argentinos los valores más ricos y profundos de la poesía (nunca apenas un género literario) se han trasladado, han germinado, con tanta intensidad y hondura, en los dominios de la plástica.
Ateniéndose con exquisita sensualidad a los dominios más peculiares, intrínsecos de la pintura (textura, luz, color, pasaje, claroscuro), que es ojo y mano, que es técnica y revelación, Juan López Taetzel ejerce la poesía cuando pinta porque no se limita a mostrar sino que logra ser. Y una de las primeras revelaciones que alcancé a escuchar, cuando muy joven, de nuestro admirado Juan L. Ortiz, fue precisamente ésta: “El poeta, cuando habla de la cosa, es la cosa”. Esa evidencia palpable y luminosa que el arte fue en sus mejores momentos y que, aún ahora, en estos tiempos de miseria, Juan López Taetzel nos sigue prodigando, generosamente, dignamente, como un ejemplo de devoción y de exigencia, de entrega y de rigor. Como un artista cabal. Como todo un artista.