Opinión

Pioneros inventores de la máquina de escribir

La máquina de escribir en su versión más primitiva fue con la patente lograda en 1829 por William Austin Burt, la cual era toda de madera –capaz de escribir una carta tras otra–, infaustamente desaparecida por mor de un incendio en la oficina de patentes de Washington en 1836.
Pioneros inventores de la máquina de escribir
La máquina de escribir en su versión más primitiva fue con la patente lograda en 1829 por William Austin Burt, la cual era toda de madera –capaz de escribir una carta tras otra–, infaustamente desaparecida por mor de un incendio en la oficina de patentes de Washington en 1836. Su tipografía, conseguida por medio del editor de la Michigan Gazette John Sheldon, se formalizaba dentro de un marco semicircular que era llevado al punto de impresión girando una rueda montada en la cara del instrumento; la impresión se obtenía al presionar una reducida palanca que llevaba la cara de la tipografía contra la superficie del papel, y la tinta era suministrada por dos tampones localizados a cada lado del punto de impresión.
“Décadas atrás, en 1808, un joven italiano aficionado a la mecánica llamado Pellegrino Turri de Castelnuovo formalizó una especie de máquina de escribir para conseguir que Carolina Fantoni da Fivizzono –hija del conde Fantoni y ciega de nacimiento– pudiese escribir su correspondencia”, nos recuerdan David Barro y Alfredo Sirvent en su monografía titulada Typewriter. La historia escrita a máquina, publicada en el volumen editado por la ‘Xunta de Galicia’ con el gozoso motivo de la Exposición de la ‘Colección Sirvent’, que se mantiene hasta el próximo mes de enero en la ‘Cidade da Cultura’, enclavada en el bucólico paraje de Monte Gaiás en Santiago de Compostela.
Esta máquina italiana escribía por entero en letras mayúsculas, delgadas y fácilmente legibles. Mas lo cierto es que ya en 1714 encontramos una primera patente de lo que podríamos estimar un intento pionero de imaginar una máquina de escribir. La reina Ana otorgó al ingeniero inglés de la New River Company Henry Mill la patente número 395 del día 7 de enero de 1714, la cual afirmaba: “Un método para imprimir o transcribir letras, de modo individual o progresivamente una tras otra, como en la escritura a mano”. Si bien hasta nosotros no ha llegado ningún dibujo de tal máquina, no obstante es verdad que, tras su muerte, se han hallado entre sus papeles algunos apuntes que mostraban su tentativa de construir alguna máquina con letras sobresalientes a fin de ser empleadas por ciegos. E idéntica intención condujo, un siglo después –en 1843 exactamente–, al norteamericano Charles Thurber a inventar una máquina de escribir con forma de rueda con capacidad para escribir veintiséis letras mayúsculas y diecinueve signos.
“Thurber construyó varios modelos, todos ellos de índice circular, en donde todo el ‘set’ de tipografía debía ser movido para obtener una impresión, siempre con la intención de imprimir caracteres en relieve para ciegos”, prosiguen David Barro y Alredo Sirvent. Y añaden: “Doce años más tarde, Alfred Ely Beach trabajó en una máquina también para ciegos, donde la escritura aparecía en relieve para posteriormente hacerlo en otra de treinta y nueve teclas distribuidas en tres hileras ya para videntes”.
Otro célebre inventor de máquinas de escribir fue el profesor de física alemán von Knauss, quien en 1753 creó una máquina de la que acabaría construyendo cuatro modelos y que tiempo después sería mejorada por el suizo Pierre Jaquet-Droz, cuando adaptó la máquina de von Knauss con otra inventada por Count Leopold von Neipperg, reuniendo las mejores partes de cada una en una máquina propia.