Opinión

Perfiles y caracteres de la literatura pushkiniana

El extenso poema de Pushkin Eugenio Onieguin nos muestra un argumento bastante simple y de cariz byroniano, más que nada en sus primeros cantos, si bien, su acertada expresión así como el apasionado brío de esta obra nos ofrece una de las “obras maestras” de la literatura rusa.

Perfiles y caracteres de la literatura pushkiniana

El extenso poema de Pushkin Eugenio Onieguin nos muestra un argumento bastante simple y de cariz byroniano, más que nada en sus primeros cantos, si bien, su acertada expresión así como el apasionado brío de esta obra nos ofrece una de las “obras maestras” de la literatura rusa. En cuanto a su contenido, digamos que Eugenio Onieguin es un ser elegante de San Petersburgo: un “hermano espiritual” del “Pechorín” de Lermontof, en el fondo de carácter sublime e incluso un tanto filosófico. Cansado de efímeras glorias, se retira al campo –donde todos sus vecinos se ven obligados a aguantar sus ínfulas de superioridad– y, para su suerte, halla el alma sana e inocente de un joven llamado Lenski, quien le distingue con su amistad. Onieguin es presentado por Lenski a la familia de su novia. La hermana de ésta, Tatiana, de tímido carácter pero muy imaginativo y resuelto, se enamora del héroe, a quien, tras muchos esfuerzos e incertidumbres, termina confesándole su amor. A esta arrebatada “declaración” responde Onieguin en todo educado y mundano, rechazando fríamente la generosa entrega de Tatiana.
A consecuencia de tal situación, aparecen en la obra “diferencias” entre ambos amigos, hasta el punto de desembocar en un duelo, en el que Lenski muere. Eugenio Onieguin huye entonces de Rusia. Transcurridos unos años, regresa a su patria –algo cambiado moralmente debido a las penas y al estudio– y encuentra en Moscú a Tatiana, que está ahora casada con un viejo príncipe y luce en los salones su belleza y porte distinguido. Onieguin se enamora, mas todas sus ansias son inútiles ante ella. Tanta es su desesperación que un día logra penetrar en sus aposentos: la sorprende gimiendo sobre aquellas cartas que él le había enviado. “Sabéis mi secreto”, le confiesa Tatiana, “que os sigo amando siempre, mas soy fiel a mi palabra de casada. ¡Adiós para siempre!”.
Acaso podríamos afirmar que La hija del capitán es la novela más señalada y representativa de Alejandro Serguiévich Pushkin. Se hallaba estudiando el poeta durante el reinado de Catalina II y, a fin de publicar la Historia de la sublevación de Pugachof, realizó un viaje a Orenburgo que le inspiró la idea de componer esta obra narrativa. Con resueltos trazos está dibujada la histórica figura del rebelde Pugachof: un simple cosaco –nacido en el Don en 1726– que había combatido contra los prusianos durante la guerra de los Siete Años al igual que contra los turcos en 1769. Tras el sitio de Bender, desertó refugiándose primero en Polonia y después entre los cosacos de los Urales, sobre los que consiguió gran ascendiente, poniéndose al frente de ellos para desvalijar a todos aquellos viajeros que iban desde Persia a Rusia. Su indudable parecido con Pedro III –a quien su mujer la emperatriz Catalina II había condenado a muerte– le llevó a hacerse pasar por el difunto zar, reuniendo un sinnúmero de partidarios. Entró en campaña en 1773, conquistando varias fortalezas del gobierno de Orenburgo. A su favor se pronunciaron los “quirguises”, “baschkires”, “tártaros” y otras poblaciones de los Urales. Puso en estado de sitio a Orenburgo. El general Galitsin, enviado contra él por Catalina, le forzó a replegarse a los Urales. Odiado por sus devastaciones, fue derrotado a orillas del Volga, hecho prisionero y conducido en una jaula de hierro a Moscú, donde fue decapitado en 1775. Pugachof y su criado Savélich, rústico y gruñón, son personajes inolvidables.