Opinión

Palestina en la Unesco

Como un paso histórico puede considerarse la decisión de la Unesco de incluir a Palestina como Estado miembro, toda vez que el anuncio de EE UU de suspender su ayuda financiera a este organismo de la ONU confirma de nuevo el enorme peso del lobby israelí en Washington, igualmente determinado por la complejidad que supone tratar el tema palestino.
Como un paso histórico puede considerarse la decisión de la Unesco de incluir a Palestina como Estado miembro, toda vez que el anuncio de EE UU de suspender su ayuda financiera a este organismo de la ONU confirma de nuevo el enorme peso del lobby israelí en Washington, igualmente determinado por la complejidad que supone tratar el tema palestino.
Desde comienzos de 2011, la Autoridad Nacional Palestina (ANP), entidad semi-estatal que representa la soberanía de este pueblo sin Estado formalmente reconocido, viene acelerando las gestiones para el reconocimiento diplomático internacional, elevado con su petición ante la Asamblea General de la ONU en septiembre pasado. Ahora, y más después de su inclusión en la Unesco, el tema del Estado palestino cobrará una importancia capital en la arena internacional.
Tanto como no deja indiferente la negativa estadounidense al reconocimiento del Estado palestino, elevada al máximo nivel con su decisión de cortar la ayuda financiera en la ONU. Por su parte, Israel reaccionó a la decisión de la Unesco construyendo 200 viviendas en Cisjordania y Jerusalén Este, una decisión unilateral que evidencia la escasa voluntad de Tel Aviv por solucionar el tema palestino través del consenso y la negociación.
Con 130 países que reconocen formalmente la existencia de un Estado palestino bajo la legitimidad de la ANP, la ONU tiene en sus manos un asunto capital y clave para dirimir su verdadero peso internacional. La inclusión palestina en la Unesco es un paso histórico que, paradójicamente, puede al mismo tiempo complicar la implicación de EE UU e Israel en una negociación global de paz. Puede que, al final, la ONU tenga la última palabra, pero nada asegura que será la decisiva.