Opinión

Ortografía

Pedagogos y algún brillante juez de menores reprochan que los padres españoles se han relajado en exceso y, para contrarrestar el brutal autoritarismo que padecimos algunos, ahora se escoran a la banda de babor. A la Academia de la Lengua Española podría sucederle algo similar, convencida de que suena a caduca o pedante la imagen de estrictos guardianes de las normas de la escritura.
Pedagogos y algún brillante juez de menores reprochan que los padres españoles se han relajado en exceso y, para contrarrestar el brutal autoritarismo que padecimos algunos, ahora se escoran a la banda de babor. A la Academia de la Lengua Española podría sucederle algo similar, convencida de que suena a caduca o pedante la imagen de estrictos guardianes de las normas de la escritura. Ahora hay que aparentar modernidad aunque se haga el ridículo, por eso la Academia ha incluido en su club a algunos personajes del ‘star system’, como algunos periodistas con más peso político/mediático que de servicio lingüístico. A esto se suma que tendemos a mitificar a algunos profesionales –médicos, periodistas… académicos de la lengua– y nos cuesta asumir que también entre ellos hay zopencos y hasta mostrencos que pueden cometer errores de bulto. Es como pedir más ligereza a las normas de circulación porque es más progre. La clave del avance humano no es su formidable capacidad para crear lenguajes diversos sino la prodigiosa cualidad de convenir y consensuar lenguajes comunes para entenderse con el mayor número de personas. Se han publicado algunos datos sobre la nueva Ortografía y hay señales de que sucede lo comentado. Destaca el esnobismo de volver a llamar ‘ye’ a la extendida ‘y griega’ o, la peor de todas, eliminar las tildes de algunos hiatos que se empleaban para deshacer diptongos monosílabos. Dan por hecho que se sobreentenderá por el contexto. Echamos de menos a Lázaro Carreter, que comprendió que lo moderno no está reñido con lo correcto.