Opinión

Onomasiología de la izquierda

“...no nos transformemos en jefes de una nueva intolerancia, no nos situemos como apóstoles de una nueva religión, aunque ésta sea la religión de la lógica”.(carta de Pierre JosephProudhon a Carlos Marx)Conocemos, qué duda cabe, el significado del fascismo, del franquismo, del nazismo. También hemos podido ver lo que representa el populismo o las ideologías redentoras confesionales.
Onomasiología de la izquierda
“...no nos transformemos en jefes de una nueva intolerancia, no nos situemos como apóstoles de una nueva religión, aunque ésta sea la religión de la lógica”.
(carta de Pierre Joseph
Proudhon a Carlos Marx)

Conocemos, qué duda cabe, el significado del fascismo, del franquismo, del nazismo. También hemos podido ver lo que representa el populismo o las ideologías redentoras confesionales. Lo conocemos y lo padecemos. Asimismo, después de mucho tiempo, intelectuales y militantes descubrían los crímenes del estalinismo y la pesadilla del totalitarismo soviético. Y descubrimos, con perplejidad, que permanentemente existirá un traductor de la historia dispuesto a hacer la tarea en humillantes condiciones. Hora a hora sentimos imbecilidad, prejuicio, silencios sistemáticos, desprecio, seres de cejas y zapatos de mayordomo, señoras neo-hegelianas encargados de generar enemistades imperecederas. Tal vez sea la visión elemental de un poeta, pero lo sabemos desde que décadas atrás, en mi primera juventud, me lo enseñaron los viejos libertarios. Y comenzaba a leer pensadores olvidados y negados.
Una vez más –ante las nuevas generaciones y ante el vacío ideológico, moral y de formación– debemos preguntarnos qué se entiende por izquierda, por progresismo, por proceso revolucionario. La izquierda vitorea líderes y denosta todo aquello que supuestamente no es revolucionario. De manera autoritaria y dogmática forma parte del ansia de poder, muchas veces mayor, que los gobiernos del resto del mundo. Aparecen en escena los intelectuales lúcidos, los artistas arribistas, los profesores esclarecidos recomendando el último libro de pensadores franceses, incomprensible y fatuo. Y, por lo general, justificando lo injustificable. Para luego entrar en la zona de sombras, de olvidos y de nuevos engaños. Rebelión en la granja es uno de los ejemplos brillantes de lo que hablo.
Apóstoles de iconografías y símbolos comparten la visión polarizada del Estado. Y escriben o vociferan pueblo en un proceso que pocas veces los tuvo en cuenta más que para hacer número. Además, desde un púlpito sacro, discuten la democracia, la burguesía, el liberalismo. Sin terminar de entender muy bien cada cosa. Confundiéndolo todo; a veces por ignorancia, otras por mala fe.
La historia, la sociedad, crece en términos de complejidad e incertidumbre. Baudelaire afirmaba que debíamos de ser sublimes sin interrupción. Difícil, pero utópico y poético.
Necesitamos deseducarnos para recuperar la espontaneidad. En lo cotidiano, en lo fraternal, en el amor, en la belleza, en la mirada del alba y de la noche. Habituados a un mundo de valores absolutos y palabras mayúsculas –por las cuales se cometieron crímenes, torturas y vejaciones– ese hombre supuestamente pensante vive enajenado. El hambre, la pobreza, la industria cultural, la falta de pasión, genera pedantería; devaneos y alardes. Inconstancia y frivolidad en la gran mayoría de los intelectuales.
Surge con mil variantes la nomenklatura, el mito del héroe mártir, los gestos vistosos y dramáticos, los textos canónicos, el culto idolátrico, la pedagogía del paredón. Nos alejamos de la ética, de la responsabilidad. Participamos en la ilusión constante en desacuerdo con la realidad. La idea del bien y del mal se transforma en coraje, en cobardía, en lealtad o traición. En “patria o muerte”, en “religión o muerte”. Y esa izquierda que generó campos de concentración, castigó a homosexuales, exilió rebeldes, ocultó fusilamientos, generó engaños y falsificaciones, levantando banderas, apoyando complots o regímenes reaccionarios, elevando fantasmas y leyendas, persiguiendo el pensamiento libertario en mujeres y jóvenes, prohibiendo películas de Orson Welles o el teatro de Ionesco, mutilando fotografías, historias, documentos, cambiando y olvidando sin pudor, esa izquierda que negocia, oculta y distorsiona, está entre nosotros.
El fascismo de derecha sabemos qué es, qué representa. Lo que nos negamos a ver es el fascismo de izquierda con sus poetas, artistas, profesores, intelectuales, doblando la espina dorsal sin pudor, con anhelos apocalípticos o rituales multitudinarios. Calladitos, tapaditos, grises. Pero siempre con el culto a la personalidad, deformando lo real con políticas maquiavélicas, creyendo –con un infantilismo ideológico impensable en este siglo– que si se rebela la miseria, el despojo del hombre, se logra la revolución.
Pues bien, estimado y polémico lector, le ofreceremos un extracto que publicó el gobierno chavista en un periódico, suplemento gratuito financiado por el gobierno de cobertura nacional, Vea. Y Últimas Noticias, el de mayor venta.
El anarquismo forma criolla del reformismo.
La Revolución Bolivariana debe estudiar muy bien al Anarquismo, ese es un enemigo principal, que mucho nos ha perjudicado, y si no se erradica mucho nos desgastará y, sin duda, nos puede llevar a la derrota. Si la lucha es contra el Estado burgués se ponen al lado de esa lucha y pasan por revolucionarios, pero si la lucha es contra el Estado Revolucionario, se colocan, objetivamente, al lado de los enemigos de la Revolución.
Los anarquistas viven un dilema existencial, para avanzar en sus ideas deben organizarse, al organizarse van contra su postulado de libertad irreal, prefiguran un Estado, se niegan, es por eso que nunca avanzan, no son buenos para construir, son agentes disgregadores de las luchas revolucionarias, funcionan como disolventes, frenos de los avances revolucionarios. En Venezuela, en la Revolución Bolivariana el enemigo de esta etapa es el anarquismo pequeño burgués en todas sus variantes.
Como podemos advertir hay cosas que parecen no querer cambiar. Lo irracional, la torpeza, la falta de información, el oportunismo, la ingenuidad típica del turista de izquierda, el modificar al mundo en un segundo, la izquierda ortodoxa y la otra, profetizan sobre nuevos mausoleos.
Esta tarde, ante tanta necedad y despropósito, necesito releer unas cartas de Tolstoi. En una de ellas escribe: “Hoy no fui lo suficientemente modesto”.