Opinión

Obras literarias en la historia de la Catedral de Compostela

Como es sabido, Galicia reflejó toda la influencia del ‘Camino de las Peregrinaciones’ tanto en la etnografía regional como en las manifestaciones del Arte. Asimismo expuso ampliamente la energía de su desarrollo literario justamente al socaire del fenómeno de las diversas y enriquecedoras venas culturales llegadas a través de los distintos ‘caminos jacobeos’. Gloriosos frutos han sido los libros que fueron escritos en Compostela.
Obras literarias en la historia de la Catedral de Compostela
Como es sabido, Galicia reflejó toda la influencia del ‘Camino de las Peregrinaciones’ tanto en la etnografía regional como en las manifestaciones del Arte. Asimismo expuso ampliamente la energía de su desarrollo literario justamente al socaire del fenómeno de las diversas y enriquecedoras venas culturales llegadas a través de los distintos ‘caminos jacobeos’. Gloriosos frutos han sido los libros que fueron escritos en Compostela. ¿Quién sería capaz de sustraerse al recuerdo de la poesía ‘trovadoresca’, aquella que supo recibir las delicadas evoluciones de la lírica universal dentro de la historia de la lengua gallega? Tesoros litúrgicos en la colección de libros manuscritos en los cuales se nos han legado salmos y ‘oficios’, misas e himnos y cánticos acompañados de su correspondiente música y empleados en las solemnidades y fiestas celebradas en el recinto de la Catedral de Santiago de Compostela: música popular y religiosa que por entonces se propagaba por toda la geografía jacobea. Himnos y cánticos que los peregrinos entonaban ya en los actos religiosos, ya durante el recorrido por las ‘rutas’ del ‘Camino de Santiago’. Igualmente, la asidua y excelente labor de conservación y catalogación y escritura de los ‘diplomas’, los ‘privilegios’ y bulas, cartas ‘reales’ y testimonios y contratos, así como demás ‘documentos’ que van engrosando los anaqueles de la historia y archivo de la Catedral compostelana. Todas ellas, fuentes documentales de la historia de Galicia.
Es imprescindible evocar, entre los numerosos libros, La Compostelana, historia de los hechos del célebre Arzobispo Gelmírez. El Liber Sancti Jacobi, también conocido como Codex Calixtinus.
En cuanto a La Compostelana –en el texto original se denomina Hechos del Arzobispo Gelmírez– conviene decir que fue escrita por los canónigos compostelanos don Munio Alfonso y don Hugo, hasta al año 1112, fecha en que dejaron la redacción de la Historia al ser elegidos obispos. Don Munio era tesorero de la iglesia de Santiago y don Hugo, francés de cuna, desempeñaba la dignidad de arcediano. Don Munio fue obispo electo de Mondoñedo y don Hugo del obispado de Oporto, habiendo sido consagrados por el Arzobispo de Braga, don Mauricio, en la iglesia del monasterio de San Salvador de Lérez, en tierras pontevedresas. Prosiguió la obra don Giraldo –otro canónigo compostelano–, también francés de nacimiento, quien escribió los hechos comprendidos desde el capítulo 83 del ‘libro primero’ hasta su término. Abarca, por tanto, hasta 1139, sin alcanzar el relato de las postreras labores de Gelmírez y cuanto se refiere a su muerte. No falta algún autor que del mismo modo señala a Pedro, que era tan sólo capellán.
Ahora bien, digamos que la Historia Compostelana posee una inconmensurable relevancia para la historiografía de Galicia, dado que –al margen del exhaustivo ensalzamiento de la figura del Hijo del Zebedeo o ‘Hijo del Trueno’– podemos leer un acervo de datos en torno a los acontecimientos gallegos en que intervino el Arzobispo Gelmírez. Señalemos que las interrelaciones literarias entre Francia y Compostela merced a las Abadías de la Orden de Cluny cristalizan en el Liber Sancti Jacobi, comúnmente reconocido por el nombre de Codex Calixtinus, escrito y preparado en Francia sobre un primitivo ‘Códice’ redactado por el Papa Calixto II, en el que él mismo recoge el “oficio” completo que se empleó en todas las festividades del Apóstol y que fue enviado a Compostela hacia el año 1121 o bien 1123. Este ‘Códice’ era inicialmente litúrgico; después, fue preparado y ampliado por Aimerico Picaud, bajo la dirección de los monjes cluniacenses.