Opinión

Monos, Lorca y tangos rebeldes

Solía decirme el olvidado poeta orensano –generoso amigo– Xosé Conde: “Los poetas parecen monos, algunos saltan de aquí para allá”. Con el tiempo comprobé que tenía razón. Muchos saltan de rama en rama y de premio en premio. Se auto elogian, se suspenden, se convocan. Se llaman, se publican, se coronan. Muchos hacen traducciones de sacristanes.
Monos, Lorca y tangos rebeldes
Solía decirme el olvidado poeta orensano –generoso amigo– Xosé Conde: “Los poetas parecen monos, algunos saltan de aquí para allá”. Con el tiempo comprobé que tenía razón. Muchos saltan de rama en rama y de premio en premio. Se auto elogian, se suspenden, se convocan. Se llaman, se publican, se coronan. Muchos hacen traducciones de sacristanes. Del portugués, del gallego, del italiano, del francés o del rumano. Y, como vivimos entre seres semianalfabetos, se confunden datos, trayectorias, lenguas y picardías. En verdad ninguna persona medianamente culta los toma en serio. Pero ellos continúan con sus lianas y cucardas. En fin, que el querido Héctor Ciocchini estuvo más de veinte años traduciendo El cementerio marino de Valery, en silencio. Hizo, además, tres versiones, con apuntes, emblemas y estudios significativos. Claro, finalmente logró, tal vez, la mejor traducción al castellano de una obra fundamental. Ciocchini, poeta y profesor de estilística, un hombre que hablaba y escribía ocho idiomas. Un hombre, además, honesto y transparente.
El cincuenta y seis por ciento de los “ciudadanos” porteños –todos los años concurren a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires más de un millón de personas– no abre un libro en doce meses. No toca un libro, no lee un libro en 365 días. En este panorama los “monos literarios”. Recordemos que Sarmiento escribió cincuenta y tres libros. Nuestros ilustres presidentes, ministros, secretarios de cultura o directores de bibliotecas, ninguno. O los que publicaron son mejor ignorar. Menem pensaba que las novelas de Sócrates eran de Borges. La actual ‘presidenta’ dice ser neohegeliana. A todo esto cientos de generales quemaron libros. Y miles de hombres, mujeres y niños duermen en las calles de una ciudad bombardeada. En todo el país no llegamos a tener mil librerías, muchas de ellas (se comenta) son lavado de dinero. En fin, que la vulgaridad es una imagen penosa que da el país. Y la indiferencia. Hablando de indiferencia, hice pública, hace una semana, mi solidaridad con Daniel Baremboim.
Dos meses atrás pude ver, en una vieja biblioteca popular, un poema enmarcado. Hacía más de cincuenta años que estaba allí. Lo reproduzco. Su título: España.
“No hagas caso de lamentos / ni de falsas emociones; / las mejores devociones / son los grandes pensamientos. / Y, puesto que, por momentos, / el mal que te hirió se agrava, / resurge, indómita y brava, / y antes de hundirte cobarde / estalla en pedazos y arde, / primero muerta que esclava”. Al pie leemos: Federico García Lorca.
Advertí de inmediato que era imposible que ese poema lo hubiera escrito Lorca. Su lenguaje, su estructura, su título así lo delata. Como usted, caro lector recordará que formé parte en 1986 de la Comisión Popular de Homenaje del Cincuenta Aniversario de su Asesinato. Hicimos recitales, releí su obra. Más de treinta y tres actos en un mes. Hace dos años di una conferencia sobre su poesía. Busqué en estos días en su obra completa y no figuraba. Consulté con un poeta, un crítico literario y una profesora de Literatura Castellana. Ninguno lo recordaba ni podía ubicarlo. Me encontré con un trabajo de Luis Pérez Rodríguez de 1995. En él encuentro una cita del amigo y brillante catedrático Xesús Alonso Montero donde señala la relación de amistad  entre Eduardo Blanco-Amor y  García Lorca. Alonso Montero sospecha exactamente lo mismo: este poema se lo adjudicaron a Federico. Sospecho que la confusión nace cuando se publica España heroica, Un homenaje en el segundo aniversario de lucha por su independencia, Editorial Teatro del Pueblo, Buenos Aires, 1938. Allí se lo adjudican. Para algunos el poema fue escrito por Blanco-Amor. Dudo de esa versión. El escritor orensano tenía otra fineza, otra mirada de lo literario.
Por último. Mi padre me hablaba siempre de Agustín Magaldi pues lo admiraba. Un cantor de técnica depurada, creador de un estilo único, de sensibilidad. Pero además con cierta vocación social, de compromiso con los oprimidos. Reflejó en muchos de sus tangos la miseria y el sufrimiento de una época. Testimonios lo ubican cantando en ollas populares, en cárceles, hospitales y asilos. Su convivencia con María Eva Duarte durante más de un año influyeron en “el arte del olvido”. (Aún está el hermoso edificio donde vivieron en Solís y Moreno.) Además, por supuesto, la presencia de Carlos Gardel barrió con todo. Un artículo sumamente interesante sobre su vida y su obra escribió, recientemente, Haydée Breslav con motivo de cumplirse el 70 aniversario de su muerte. Vale la pena.