Opinión

El marxismo umbilical de Benedicto XVI

El papa más intelectual nos tiene acostumbrados a juicios propios de pensador de crucigramas, y la lista es larga. En su última visita al Estado español, en el avión a los periodistas antes de aterrizar, arremetió contra el “agresivo” laicismo de José Luis Rodríguez Zapatero añadiendo que era similar al de la España de la Segunda República.
El marxismo umbilical de Benedicto XVI
El papa más intelectual nos tiene acostumbrados a juicios propios de pensador de crucigramas, y la lista es larga. En su última visita al Estado español, en el avión a los periodistas antes de aterrizar, arremetió contra el “agresivo” laicismo de José Luis Rodríguez Zapatero añadiendo que era similar al de la España de la Segunda República. Quedó mal el papa al poner el ejemplo de la segunda república, sobre todo por el apoyo expreso del Vaticano al golpista asesino Francisco Franco Bahamonde y por la declaración vaticana, de la carnicería que había iniciado, como ‘Cruzada’. Muchos católicos apoyaron la legalidad republicana y muchos sacerdotes, vascos principalmente, fueron fusilados por el régimen fascista y sufrieron prisión sin que el Vaticano haya rectificado los honores a Franco y sus asesinos o hubiese hecho un mea culpa sobre su apoyo.
El papa Benedicto XVI declaró antes de llegar a Cuba que “es evidente hoy en día la ideología marxista, tal y como fue concebida, ya no responde a la realidad”.
Los medios occidentales, voceros del poder político y económico del status quo, se esfuerzan en hacernos ver que Cuba y las ideas socialistas ya no están de moda por arcaicas. Es curioso que un sistema como el capitalista, basado en ideas económicas y políticas de los siglos XVIII y XIX asegure que el marxismo esté anticuado, más curioso es que provenga de la cabeza visible de un venerable anciano, Benedicto XVI, vestido de romano, cabeza de lista de una organización con muchas sombras en su historia, antidemocrática y siempre al lado de los ricos y poderosos, justificándolos y legitimándolos en todas sus tropelías.
Pero la fortaleza del marxismo, por eso lo denuestan tanto, está en su constante adecuación, en su práctica siempre actual y atemporal y en lo que es más importante, en la razón de ser del marxismo como herramienta que no pretende analizar la sociedad, sino transformarla; para analizarla, mirarse al ombligo, está el papa, los discursos oficiales, las cumbres iberoamericanas, los editoriales de toda la prensa occidental y el constante bombardeo mediático señalando quiénes son buenos y quiénes son malos.
Lamentablemente el marxismo tiene hoy más razones que nunca para transformar una sociedad en la que el hombre es una mercancía y los valores supremos del ser humano, en la tierra que no en el cielo, son pisoteados y disfrazados de consumismo, para volvernos cosa, para groarnos… para que no cambie (mos) nada.
Amén.