Opinión

Las máquinas de escribir, la música, la literatura y el cine

“La máquina de escribir es el sonido del siglo XX. Seguramente así lo entendió el compositor francés Erik Satie cuando en 1917 y en colaboración con el polifacético Jean Cocteau compuso su ballet Parade incluyendo en su instrumentación el sonido de una máquina de escribir.
Las máquinas de escribir, la música, la literatura y el cine
“La máquina de escribir es el sonido del siglo XX. Seguramente así lo entendió el compositor francés Erik Satie cuando en 1917 y en colaboración con el polifacético Jean Cocteau compuso su ballet Parade incluyendo en su instrumentación el sonido de una máquina de escribir. Con decorados y coreografía del artista Pablo Picasso, las teclas golpeadas de la máquina se entremezclaban con ritmos de ‘jazz’ o la sirena de un barco. Al fin y al cabo, cuando los primeros inventores de máquinas de escribir pensaron en teclados, estaban obsesionados con los arreglos del teclado de un piano y no podían imaginar que se hubiese concebido nada mejor; existía la convicción de que si el teclado de ocho letras, como la escala de un piano, pudiese extenderse a veintiséis letras, ésa sería la solución”. Así podemos leer en el estudio escrito por David Barro y Alfredo Sirvent en el Libro-Catálogo Typewriter. La historia escrita a máquina. Colección Sirvent editado por la ‘Xunta de Galicia’ coincidiendo con la admirable Exposición que está presente –desde octubre y hasta el mes de enero del próximo año 2012– en la ‘Cidade da Cultura’ de Santiago de Compostela, ubicada entre el idílico paisaje de Monte Gaiás.
Son asimismo dignas de recordación escenas –algunas de ellas emblemáticas e inolvidables– del mundo del cine que mostraron el protagonismo de la musicalidad de la máquina de escribir. Citemos, entre otras, la mítica escena de Jerry Lewis en la película Lío en los grandes almacenes (Who’s Minding the Store?), de 1963, en la cual Lewis se sienta en un despacho con la mesa completamente vacía, introduce un papel imaginario en una máquina inexistente y empieza a imitar a la mecanógrafa que se encuentra a su lado izquierdo al ritmo de la música. Aquella melodía era la de una inefable composición de 1950 del originalísimo Leroy Anderson cuyo título correspondía a Typewriter, la cual fue interpretada en numerosas ocasiones en conciertos y aun hoy mismo por no pocos protagonistas anónimos en ‘youtube’. Igualmente el propio Lewis reiterará su ‘sketch’ en diferentes ‘performances’ en televisión. De no hace tanto tiempos es el “video” dirigido por Ignacio Uriarte e interpretado por Michael Winslow: el protagonista de la película Loca Academia de Policía, rememorado por su fabulosa capacidad para crear sonidos. Uriarte –quien por costumbre toma como punto de arranque material la rutina de oficina– persuadió a Winslow para conformar una manera de “historia de la máquina de escribir” teniendo en cuenta su extraordinaria capacidad vocal.
“Mientras, se pregunta Vilém Flusser por qué las máquinas de escribir estallan y enfatiza su condición de tartamudas. Efectivamente, su progreso será una lucha con la velocidad de la historia, de las ideas, y Typewriter. La historia escrita a máquina tratará de contarlo desde un riguroso recorrido cronológico con algún que otro sobresalto”, prosiguen David Barro y Alfredo Sirvent, reconocidos especialitas y apasionados de este género industrial.
¿Los precedentes de las máquinas de escribir? Obligados estamos a testimoniar la patente obtenida en 1829 por William Austin Burt, que produjo una máquina capaz de escribir una carta tras otra. Por desgracia, la máquina –que era toda de madera– desapareció por un incendio en la oficina de patentes de Washington en 1836.