Opinión

Los polos del eje

El pasado 9 de julio se cumplieron 50 años de la reconciliación franco-alemana. Fue precisamente en tiempos de dos visionarios europeístas, el presidente francés Charles De Gaulle y el canciller alemán Konrad Adenauer, siempre bajo el entusiasta impulso de precursores como Robert Schuman y Jean Monnet, que el proyecto europeísta sentó sus primera bases.

El pasado 9 de julio se cumplieron 50 años de la reconciliación franco-alemana. Fue precisamente en tiempos de dos visionarios europeístas, el presidente francés Charles De Gaulle y el canciller alemán Konrad Adenauer, siempre bajo el entusiasta impulso de precursores como Robert Schuman y Jean Monnet, que el proyecto europeísta sentó sus primera bases.
Medio siglo después, es indudable que el eje franco-alemán es la base de la (des) Unión Europea (UE). Indudable e incontestable porque la realidad histórica y política determina que París y particularmente Berlín, son los poderes dentro de las instituciones europeas, sobre los que los demás países miembros no dejan de ser una periferia. Excepción casi obligada de Gran Bretaña, socio atlantista que reproduce en Europa la mirada desde Washington.
El eje franco-alemán ha tenido sus variados representantes en estos cincuenta años. Tras De Gaulle y Adenauer siguieron Giscard d´Estaing y Helmut Schmitd, para pasar en los ochenta y noventa a Helmut Kohl y François Mitterrand. Luego, con la Europa del Euro y la ampliación al Este llegaron Jacques Chirac y Gerhard Schröder, para pasar a la postmodernidad de la Europa en crisis actual, con Ángela Merkel como batuta y sus socios galos de incierta repercusión, como fue el presidente Nicolás Sarkozy (pareja de Merkel bajo el acrónimo ‘Sarko’) y es el actual socialista François Hollande.
Precisamente, el eje no vive hoy momentos de ansiada felicidad. La crisis económica que paraliza a Europa y deja al proyecto del Euro en ascuas dirime un pulso de poderes entre Merkel y Hollande, con aparente ventaja para la canciller alemana. Nadie sabe con certeza si Hollande logrará defender y mantener el costoso edificio de la integración europea configurada en torno al Estado social de bienestar, que hace cincuenta años visionaron De Gaulle y Adenauer como el polo de consolidación de la Europa de postguerra.
En la Europa actual de los recortes y la incertidumbre, quizás sea necesario fortalecer un eje que inevitablemente necesita una amplitud de miras, evitando reproducir la tradicional relación centro-periferia existente en la UE. Pero poco parece que pueda lograrse, toda vez Berlín se está convirtiendo en la verdadera capital de una Unión Europea que afronta su dilema más preocupante, y es saber si realmente funciona como proyecto común a futuro.
En los años 1950 y 1960, De Gaulle y Adenauer entusiasmaron con el proyecto europeísta de la entonces Comunidad Económica Europea (CEE). En los ochenta y noventa, Kohl y Mitterrand lograron lo mismo, jalonados por otros líderes más periféricos como Felipe González Márquez. Hoy pocos o casi nadie se entusiasman con lo que pueda hacer este enigmático e incierto ‘eje’ Merkel-Hollande. Si es que realmente existe un eje o más bien una polarización. O si, en todo caso, lo que vemos hoy día es un solo eje con varios polos, manifestado en la definitiva hegemonía alemana con una Francia en decadencia y una Europa periférica.