Opinión

La lengua y la obra poética de Manuel Murguía

Los historiadores de la literatura gallega parecen coincidir en el hecho de que fuese el poeta Aurelio Aguirre, el admirado amor de Rosalía de Castro, el primer crítico literario que tuvo Manuel Murguía, quien sería el esposo de la Cantora del Sar.
La lengua y la obra poética de Manuel Murguía
Los historiadores de la literatura gallega parecen coincidir en el hecho de que fuese el poeta Aurelio Aguirre, el admirado amor de Rosalía de Castro, el primer crítico literario que tuvo Manuel Murguía, quien sería el esposo de la Cantora del Sar. En efecto, pocos meses antes de publicar Murguía Los Precursores, consigue información acerca de Aguirre de un íntimo amigo de ambos, Ramón Segade Campoamor, quien en una prolija epístola le expresa: “Fue siempre (Aguirre) un poeta espontáneo, fácil, ligero. Él fue el primero que en una ocasión me habló de Usted diciéndome ‘mira unos versos del hijo del Boticario Martínez, un joven, casi un niño, no son malos… me gustan’. No recuerdo si U. estaba entonces en Santiago o ya marchara U. para Madrid”.
En el año 1862 Manuel Murguía se consideró alejado de los primeros versos románticos y trata de buscar su propia voz, distinta de aquella que sobrevolaba la atmósfera de aureola romántica en las mesas de tertulias y cafés de la bohemia madrileña a los que él asiduamente acudía. Durante la década de 1850 se leen los nombres de Espronceda y Lord Byron. Incluso en 1854 Teodomiro Avendaño y Murguía editan en un pliego un poema de alabanza en honor del gran José de Espronceda, paradigma del Romanticismo lírico, que nos muestra asimismo una abierta preocupación social. La pregunta surge de inmediato. ¿Por qué una persona que tanto ensalza la lengua gallega como principal causa diferenciadora de la cultura de Galicia después no la convierte en vehículo de sus propios sentimientos? Aurelio Ribalta en 1888 adelantó el motivo de esta contradicción mediante una semblanza de Manuel Murguía en la Revista Galicia: “Nunca he visto un gallego tan gallego, a pesar de que siempre escribió en castellano, aun amando nuestro idioma regional, como ama todas las cosas de la Región. Pero su misión era hablar a los fariseos y a los gentiles. Su palabra, más que para nosotros, era para los ajenos, y le fue necesario hablar de modo que todos le entendiesen. Esto por lo que toca a los últimos años, que en los primeros de su vida, nadie pensaba ni en idioma regional, ni en zarandajas. Lo primero que Murguía procuró fue que tuviésemos patria. Luego tendríamos idioma e Historia”.
Don Vicente Risco, el impar escritor gallego, señaló como causa de su escritura en lengua castellana y no gallega la de entender que no era el idioma de Galicia el apropiado para su obra, sobre todo dirigida al campo científico y didáctico. Ahora bien, su propia obra desmiente este argumento, porque su libro En prosa, si bien publicado a fines del siglo XIX, recolecciona poemas muy anteriores en gallego. Recordemos aquel poema tan difundido que apareció impreso en el periódico La Oliva en 1856 y que está datado por su autor dos años antes: “Nena das soledades”.
Manuel Murguía mantuvo una relación epistolar con Don Manuel Machado, con Pérez Ballesteros y con Milá i Fontanals. A lo largo de su vida proseguirá recopilando romances, villancicos y canciones populares, como así manifiesta la comunicación hasta 1914 con Víctor Said Armesto. Un solo poemario publicó Murguía con el título antes citado En prosa, A Coruña, imprenta y librería de Eugenio Carré, 1895. En el ‘prólogo’ resalta su interés por la renovación poética en la línea de los primeros ‘ismos’ que dan comienzo en la poesía del siglo XX, citando además a Baudelaire y a Whitman, en la literatura francesa y norteamericana.