Opinión

Lengua, nacionalismo y barbarie

En el fondo lo que late es el miedo. Miedo al mundo actual, a la necesidad de sentirnos seguros en un mundo inestable. De ahí la descalificación, el desprecio, el tono apocalíptico. En el fondo late un sentimiento de inferioridad. Hay terror después que poblaciones enteras desaparezcan o que el neoliberalismo compró partidos políticos, socialdemócratas o conservadores, medios de comunicación o sindicatos. Periodistas o intelectuales.
Lengua, nacionalismo y barbarie
En el fondo lo que late es el miedo. Miedo al mundo actual, a la necesidad de sentirnos seguros en un mundo inestable. De ahí la descalificación, el desprecio, el tono apocalíptico. En el fondo late un sentimiento de inferioridad. Hay terror después que poblaciones enteras desaparezcan o que el neoliberalismo compró partidos políticos, socialdemócratas o conservadores, medios de comunicación o sindicatos. Periodistas o intelectuales. Sienten las amenazas que se ciernen sobre el mundo. Lo vemos por televisión, sin movernos de la pieza. Nieve, terremotos, bosques arrasados, hielos polares que van desapareciendo. Hambrunas y guerras, asesinatos y violaciones. Mejor no pensarlo, mejor hablar de otra cosa. Se vive sin futuro, vamos sintiendo el aniquilamiento. Y los políticos son administradores, burócratas; en el mejor de los casos. Flatus vocis.
Acumulamos patologías, racismos, fascistización. Napas y napas del inconciente que vamos ocultando, distrayendo, aprisionando. Por eso comenzamos hablando del miedo y del mundo inestable. Luego viene la panoplia de argumentos xenófobos. Discutiremos, amigos, discutiremos. A ciertos caballeros la lengua les sirve para justificar una nacionalidad. La ortodoxia nacionalista parece haber dictado que no hay nación sin lengua. (Y hoy no tocamos a los aborígenes, a los hombres y mujeres de América, a sus lenguas y dialectos, a sus hábitos y culturas). Bien, camaradas: las fronteras políticas no coinciden muchas veces con las fronteras lingüísticas. Hay lenguas nacionales y nacionalismo lingüístico. Sé que el tema no termina en estas líneas pero se puede discutir. Un ejemplo molesto. Si se encuentran un gallego, un catalán y un vasco ¿en qué idioma hablan? ¿en hebreo, en sánscrito, en copto? Sin mala fe, sin mala fe. Como decía León Felipe: “no me contéis más cuentos…”
El escritor irlandés John Banville (1945) afirmó, recientemente, en un reportaje: “…los escritores irlandeses escribimos en inglés.” Si recordamos, si hacemos memoria vienen a nosotros los amados Wilde, Yeats, Shaw, Joyce, Beckett. O Patrick Kavanagh. Todos poetas y escritores irlandeses que escribieron en inglés. Y qué decir de Jonathan Swift uno de los grandes narradores irlandeses, precursor además, del pensamiento anarquista. Una vez más, estructuras jerárquicas, pensamiento único. Lo que existe, caro lector, son organizaciones de poder. No hablemos de ideologías, al menos en el sentido tradicional. Sé que no es fácil, sé que en este momento se siente molesto conmigo. Debe entender que una historia colectiva no jerarquiza, se trata de una historia polifónica, que se convierte en espejo. Como el teatro de Valle-Inclán o de Pirandello.
Hay escritores notables, geniales que tienen en sus páginas lo mejor de su tierra, de su aldea. Además son universales. Y no escribieron en la lengua materna. Doy tres ejemplos: don Ramón del Valle-Inclán, Gonzalo Torrente Ballester, Camilo José Cela. Escritores importantes –don Ramón ni hablar– que llevaron sus aldeas al mundo, su respiración, sus mitos, sus leyendas, su humanismo. Más allá de gustos o apreciaciones, más allá de la sensibilidad personal de cada uno. Puedo citar a Wenceslao Fernández-Flores desde otra óptica, pero qué fineza de estilo, de humor, de ensoñación. Ahora está más molesto que antes. No sabe si dejar el texto aquí o continuar.
Algo más. ¿Qué ocurre con el lenguaje cinematográfico, con el lenguaje plástico, con el lenguaje arquitectónico, con el lenguaje teatral? Se me responderá: “Es otra cosa, no se puede mezclar así como así.” ¿Seguro? ¿Es, de verdad, otra cosa? Tengo mis dudas. Discúlpeme, crédulo lector, tengo mis dudas. Un ejemplo: Luis Buñuel filmó en México y en Francia. ¿Quién duda que su cine es  español por excelencia? ¿Pablo Picasso era turco, armenio o francés? Daniel Baremboin en música. Héctor Alterio en teatro. Lionel Messi en fútbol, si no le parece mal. ¿Y los investigadores? ¿César Pelli de dónde es? En fin, dejo planteos para luchar contra el enanismo. Sabemos que combatir el enanismo es luchar contra los oportunistas, los burócratas, los mediocres. Que debemos eludir los modos arcaicos de pensar, las categorías estériles, las interpretaciones estereotipadas, las referencias históricas obsoletas. Debemos sacudir nuestras concepciones antediluvianas de la sociedad, la moral y el Estado. Y entonces sí, a disfrutar de la pintura de ese fenomenal argentino: Seoane. ¿O era gallego?
 Algo más, desconsolada lectora ¿tiene idea qué ocurre todos los años, el 16 de junio en Dublín,  con el mítico viaje literario de Leopold Bloom?