Opinión

Humanismo europeo

La crisis del Gobierno helénico, y en puertas Portugal y España, demuestra que la conexión de la Unión Europea (UE) en el campo económico, más que en el político, sigue teniendo países de primera y de segunda. Como apuntaba un observador privilegiado –Jacques Attali, director en un tiempo del Banco Europeo de la Reconstrucción y el Desarrollo– si bien se mira, no existe… Existen, en cambio, Europas. Cierto.
La crisis del Gobierno helénico, y en puertas Portugal y España, demuestra que la conexión de la Unión Europea (UE) en el campo económico, más que en el político, sigue teniendo países de primera y de segunda. Como apuntaba un observador privilegiado –Jacques Attali, director en un tiempo del Banco Europeo de la Reconstrucción y el Desarrollo– si bien se mira, no existe… Existen, en cambio, Europas.
Cierto. Los altos y bajos inconvenientes dentro del mercado común, denotan una falta de valentía de sus dirigentes, que aún no han conectado sus culturas y esa Historia que les hizo durante siglos vivir en un perpetuo enfrentamiento, hoy en parte aplacado y en serena calma.
La Comunidad Europea es un ente que ha transformado la historia del continente. Se han cometido errores, pero más son los aciertos.
Ya en 1946, en Zurich, Winston Churchill había anunciado con sapiencia: “Si Europa se uniera compartiendo su herencia común, la felicidad, prosperidad y gloria que disfrutan sus millones de habitantes no tendría limites”.
Nos recuerda Rob Riemen, el organizador de las famosas Conferencias de Nexos Institute, como en 1934 el autor de ‘La montaña mágica’ Thomas Mann tuvo que escribir una necrológica para un hombre que había ocupado un espacio importante en su vida: Sammi Fischer, su editor húngaro-judío de Berlín, la persona que, en gran medida, “había hecho posible que él llegase a ser escritor”. Mann recordaba la siguiente conversación que había tenido lugar la última vez que vio al anciano amigo. El librero expresó su opinión sobre un conocido común: No es europeo, dijo meneando la cabeza. ¿No es europeo, señor Fischer? ¿Y por qué no? No comprende nada de las grandes ideas humanas.