Opinión

Hablamos de códigos

¿Qué hace que un libro se venda? ¿Qué valor posee un libro para que tenga una venta de cuarenta y cuatro millones de ejemplares y que se convierta en el segundo estreno más taquillero del mundo? Pero hay más. ¿Cómo puede ser posible este fenómeno si el libro nos presenta una pobrísima literatura y el film está alejado de cualquier creación menor, similar a las películas de Stallone? Y todavía.
¿Qué hace que un libro se venda? ¿Qué valor posee un libro para que tenga una venta de cuarenta y cuatro millones de ejemplares y que se convierta en el segundo estreno más taquillero del mundo? Pero hay más. ¿Cómo puede ser posible este fenómeno si el libro nos presenta una pobrísima literatura y el film está alejado de cualquier creación menor, similar a las películas de Stallone? Y todavía. ¿Si los temas históricos están tratados con ligereza, sin rigor de ningún tipo?
Vamos por partes. Sin duda hay una industria del entretenimiento, hay un centro mundial del marketing literario, hay usinas de todo color que colaboran activamente para que eso suceda. Es una parte, no nos engañemos. Que Dan Brown no es un escritor no hace falta reiterarlo. Cualquier joven o adolescente que lea a Verne o a Salgari saldrá ganando, se aproximará mucho más al acto literario, a una voluntad estética, al lector activo. Las ediciones son de formas y precios que varían por sus encuadernaciones, sus fotografías o los dibujos y mapas que han incluido. Una gigantesca operación de marketing hace del estreno cinematográfico un fenómeno mundial.
Detrás está, digámoslo de una vez por todas, el hecho religioso. El best seller mediático es la cáscara. No importa que sea acusado de blasfema, de mala interpretación de los evangelios, de mentir datos o ignorar otras fuentes. Si vamos a hablar de mentiras tenemos ensayos de la historia de la religión que ocupan varias bibliotecas. Y documentos. Y pruebas por doquier que van desde la Edad Media hasta la Guerra Civil Española, desde los Manuscritos del Mar Muerto hasta el Banco Ambrosiano. Desde el siempre recordado Juan VIII (silla gestatoria al margen) hasta la muerte de Juan Pablo I. Pero como la gente no leyó nada ni entiende nada, curiosamente, eso mismo hace que crea a pie juntillas lo que se dice en este libro. Lo de Judas, su supuesta traición, lo leí de adolescente en un cuento maravilloso de Jorge Luis Borges. Lo de María Magdalena está en los Evangelios Apócrifos, tengo dos ediciones, una más popular y otra con comentarios. El record de taquilla viene de la ignorancia. La misma que sigue a los nuevos pastores que transforman los cines en templos y en los templo vacíos de contenido.
Existen varias teorías que intentan comprender el mecanismo del comportamiento de las masas. Una explicación es la “teoría del contagio”, cuyo origen se rastrea en el sociólogo francés Gabriel Tarde (1843-1904) quien inició el uso de la idea de la “mente grupal”, también explorado por el psicólogo social Gustave Le Bon (1841-1931). Según este último –ser para estudiar por su mirada a veces decididamente reaccionaria– las multitudes ejercen una influencia sobre sus miembros a través de la sugestión colectiva. Escudados en el anonimato de la multitud, la gente abandona la responsabilidad personal y se rinde al contagio de las emociones, el cual parece tomar vida propia, acelerando las emociones y conduciendo a la gente a actos irracionales e incluso violentos. Según Gabriel Tarde, los líderes juegan un papel fundamental en la organización de las multitudes en ‘corporaciones’, grupos más organizados como sectas, partidos políticos y otros. De esta forma, tanto los grupos espontáneos como los institucionalizados tienen un vínculo con figuras carismáticas, líderes o ideas a los que se sigue más por emoción que por razonamiento. El tema también fue estudiado por el italiano Scipio Sighele (1868-1913). Una pequeña clave si se quiere de lo que estamos señalando. El poder político, económico y social de la Iglesia tiene sus fases oscuras y oscurantistas. Eso despierta la desconfianza. Y la avidez de un vulgo con recelos.
Gran parte del éxito del thriller y del libro está en el mismo sistema. Si le sumamos la crisis de pensamiento, el New Age, el Opus Dei, las nociones en el campo sexual, una bibliografía escandalosa, la erudición de los jesuitas, el compromiso económico en cada guerra, la concepción de Estado, sus propias luchas intestinas, la compleja trama de ocultamientos y construcciones, la globalización, el hambre, los nuevos conceptos sobre la fertilidad o la eutanasia... Sin entrar en los trabajos de John Allegro, la amarita muscaria y los esenios o la hegemonía de Pedro sobre María Magdalena. O la imagen que hoy conocemos de Jesús en la cruz que parte del siglo VI. Siga usted. Un sólo ejemplo más. Jesús tendría dos hermanas y cuatro hermanos hasta que en el siglo V San Jerónimo indicó la posibilidad de traducir la palabra hermanos por primos. De este modo queda salvada la virginidad de María y la castidad de José. ¿Qué puedo agregar, caro lector, a este tema? Por encima de lo grotesco hay una discusión que barrería con instituciones, empresas, banderas y un mercado terrenal y celestial definitivamente interesante. El código Da Vinci no hará caer al Vaticano. Hubo revelaciones escandalosas y ensayos fenomenales en los grandes pensadores del siglo XVIII y XIX que pusieron con claridad y documentaron todo o casi todo. El proceso es lento. Hay sectores que suelen acomodar la historia a su beneficio. La gente suele creer en una pata de conejo o en las apariciones, en los horóscopos o en el tarot. Por temor, por conveniencia o por causas presuntamente más nobles. Tal vez deberíamos recordar “el punto ciego de la mirada” del que hablaba Freud.