Opinión

Las dos Grandes Guerras Mundiales y las máquinas de escribir

Si contemplamos el universo del arte contemporáneo, artistas tales como Rebeca Horn, Hans Peter Feldmann o Marcel Duchamp se sintieron seducidos por las máquinas de escribir desde la perspectiva estética. Asimismo Sophie Calle y John Baldessari, Arman y Claes Oldenburg, Joan Brossa y Rodney Graham.
Las dos Grandes Guerras Mundiales y las máquinas de escribir
Si contemplamos el universo del arte contemporáneo, artistas tales como Rebeca Horn, Hans Peter Feldmann o Marcel Duchamp se sintieron seducidos por las máquinas de escribir desde la perspectiva estética. Asimismo Sophie Calle y John Baldessari, Arman y Claes Oldenburg, Joan Brossa y Rodney Graham. E igualmente los artistas presentes en la ‘Exposición Sirvent’ de la ‘Cidade da Cultura’ de Santiago de Compostela cuya clausura está prevista para el día 8 de enero de este año 2012.
Ante nosotros, los artistas Ignacio Uriarte y Misha Bies Golas, José Lourenço y Jorge Perianes, quienes aportan sus sueños poéticos en este magno recinto, cedido por la ‘Consellería de Cultura’ en aras de la singularísima Muestra titulada ‘La historia escrita a máquina’, la técnica industrial próspera e innovadora del siglo XX por excelencia tanto en el ámbito comercial como intelectual. “Desde un punto de vista histórico, es importante significar que durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial fue muy duro el golpe que sufrió la industria de la mecanografía”, escriben los especialistas David Barro y Alfredo Sirvent en su monografía publicada en el ‘Libro-Catálogo’ que editara la ‘Xunta de Galicia’ bajo el título de Typewriter en la fecha de apertura de la Exposición aquel día 24 de junio del 2011. En seguida agregan: “En la Primera Guerra Mundial la producción de máquinas de escribir descendió lentamente hasta casi detenerse por completo. Si con anterioridad firmas como Remington, por ejemplo, habían estado fabricando armas, y Kleyer, el precursor de Adler, máquinas de coser, es natural que cuando llegó la guerra muchas de las líneas de producción de máquinas de escribir fueran reconvertidas para la producción de munición. En América, que entró en la guerra más tarde, la producción de máquinas de escribir se vio menos paralizada y pudieron seguir exportando durante cierto tiempo”.
Tal vez no estaría de más recordar que la firma norteamericana Corona fue utilizada por las fuerzas armadas británicas durante la guerra. Porque las máquinas proporcionaban servicio en las trincheras, a la vez que eran empleadas para la presentación de informes en aviones de patrulla. De tal manera que Rusia en 1914 había sido bien surtida con máquinas de escribir norteamericanas; pero, en su mayoría, alemanas como las casas Continental, Adler, Mercedes o Stoewer. Ahora bien, tan pronto como América se implicó en el conflicto bélico, todas sus instalaciones de fabricación de máquinas de  escribir pasaron a la manufactura de guerra. Tan sólo hubo una excepción: la Woodstock Typewriter Company, la cual estaba autorizada a producir más de 18.000 máquinas de escribir al año. El gobierno norteamericano determinó comprar a los usuarios las máquinas de escribir por medio de los fabricantes y los comercios, solicitando al público que liberase cualquier repuesto disponible. Mientras, la Armada británica en 1943 emitió una orden a fin de controlar los suministros de máquinas de escribir, hasta el punto de que pudiese ser atendida la enorme “demanda” de los servicios de lucha y prohibiera a comerciantes e individuos comprar o vender máquinas de escribir sin licencia. Por esa época la máquina más empleada por el Gobierno británico era la Oliver. En Alemania, entre tanto, no pocas fábricas de máquinas fueron severamente dañadas en sus redes comerciales, con el lógico corte en su producción de máquinas y además en las municiones.