Opinión

¿Una Europa “alemana”?

Resulta cada vez más notoria la percepción en las sociedades europeas y la opinión pública de los ‘mass media’ sobre la eventual persistencia de un nuevo proyecto de dominación alemana dentro de la Unión Europea, ahora bajo parámetros económicos.
¿Una Europa “alemana”?
Resulta cada vez más notoria la percepción en las sociedades europeas y la opinión pública de los ‘mass media’ sobre la eventual persistencia de un nuevo proyecto de dominación alemana dentro de la Unión Europea, ahora bajo parámetros económicos. Incluso hay declaraciones oficiales y analistas que aseguran que este discurso hegemónico está actualmente instalándose en los altos círculos políticos y económicos de Berlín.
A tenor de la crisis económica, Alemania está intentando direccionar las políticas comunitarias, un aspecto que está creando un fuerte recelo en otros países europeos. Las elecciones presidenciales francesas son un buen ejemplo de ello, donde el candidato socialista François Hollande denuncia el pacto entre Ángela Merkel y Nicolás Sarkozy (Mercozy) con clara preponderancia alemana.
En otros países, en especial aquellos en rescate financiero como Grecia, parece aumentar un sentimiento anti-alemán ante las quejas y críticas desde Berlín por el manejo de las economías mediterráneas y el “esfuerzo” germano para estabilizar una Europa en crisis. Mientras, Alemania sigue atrayendo a jóvenes profesionales de España y Portugal, que ven en este país no sólo el motor económico sino un futuro esperanzador para sus perspectivas de vida.
No obstante, diversos analistas advierten que en Alemania se está instalando un semi-discurso hegemónico fraguado en su potencialidad económica, separando a la “Europa germana”, laboriosa y disciplina, contra una Europa “sureña”, dependiente, holgazana y problemática. Un aspecto que erosiona la ya de por sí inestable popularidad de Merkel en Europa.
En todo caso, Alemania no es ajena a la crisis europea, ni tampoco deja de ser culpable. El precio de la reunificación con el Este está dejando fuertes secuelas sociales dos décadas después, atomizadas por el auge de un modelo neoliberal que se ha expandido en la zona Euro y la Unión Europea en los últimos años, generando desigualdades y en la cual Berlín ha sido un entusiasta impulsor.
A nivel internacional, existen voces cada vez más fuertes en Alemania por constituirse en una potencia “soft” que intente hegemonizar su poderío en Europa y que, al mismo tiempo, desplace la preponderancia atlantista de un EEUU con cada vez menos peso y más problemas militares a nivel global. En perspectiva geopolítica, la clave para Alemania pueda más bien ser un acomodo de relaciones con Rusia que una sujeción estratégica e incontestable con Washington.
Sea como sea, con adeptos o recelosos en su entorno, es evidente que la verdadera capital europea no es Bruselas sino Berlín. Con sus dificultades, el motor económico alemán seguirá siendo la clave en Europa, tanto como es cierto que la Unión Europea de hoy es absolutamente distinta a la que conoció la Alemania reunificada de 1990, cada vez más carcomida por la crisis y a merced del ascenso de unos liderazgos que pueden resultar aventureros y desastrosos.