Opinión

Espuma blanca

El fin de semana, casi al romper el alba, leíamos unos versos de Alfonsina Storni en una edición enviada generosamente por una casa editorial, dándonos cuenta de que, hace más de medio siglo, un día gris y opaco, caminó sobre la playa al encuentro del mar para hacerse espuma, caracola, salitre, viento mistral...Fue una de las poetisas más sensibles del romanticismo femenino.

El fin de semana, casi al romper el alba, leíamos unos versos de Alfonsina Storni en una edición enviada generosamente por una casa editorial, dándonos cuenta de que, hace más de medio siglo, un día gris y opaco, caminó sobre la playa al encuentro del mar para hacerse espuma, caracola, salitre, viento mistral...
Fue una de las poetisas más sensibles del romanticismo femenino. Nacida en Suiza –en una región llamada Sala Caprisca, inundada de margaritas en primavera y una nieve de armiño en invierno– llegó a Argentina muy joven. Allí se hizo maestra rural y enseñó a leer a muchos niños en los barrios mohosos de Buenos Aires.
Sus primeros poemas aparecieron en ‘Cara y Caretas’, la más popular revista literaria de aquellos tiempos. Luchó mucho; su vida entre los niños, la miseria y los desamparados, le hizo ver un mundo amargo y doliente. Hacia 1938 los médicos le dicen que tiene cáncer. Es el momento que más escribe.
Una mañana clara, cerca del mar, se encerró en su casa. Escribió sus últimos versos titulados ‘Voy a dormir’. Se vistió de blanco. Salió a la puerta. Allí estaba el océano de sus querencias y comenzó a caminar a su encuentro. Sobre la playa fue recogiendo pidrecitas y caracolas.
Era su último viaje. Se cuenta que cinco sirenitas la llevaron por “caminos de algas y de coral” hacia la eternidad.