Opinión

España: el imperio del pijerío

Cada país, en español, tiene una palabra para el “pijerío”. Los peruanos les llaman “pitucos”, los venezolanos “sifrinos”.... etc, pero lo que diferencia a los pijos españoles de todos los pijos del mundo es que mandan, sobradamente, y mucho, desde lo que ellos llaman izquierda (centro derecha) y desde lo ellos llaman centro (derecha y extrema derecha).
España: el imperio del pijerío

Cada país, en español, tiene una palabra para el “pijerío”. Los peruanos les llaman “pitucos”, los venezolanos “sifrinos”.... etc, pero lo que diferencia a los pijos españoles de todos los pijos del mundo es que mandan, sobradamente, y mucho, desde lo que ellos llaman izquierda (centro derecha) y desde lo ellos llaman centro (derecha y extrema derecha).
Los tenemos en toda la Administración del Estado, luciendo trajes elegantes, bolsos caros, prendedores y tipito. El Ministerio de Economía, de un Estado quebrado por otros engominados que dirigían la cosa pública y las finanzas privadas, es la guarida de unos de estos pijos que todo lo sabe y todo lo entiende. Su cabeza visible (pensante queda anchi-largo), Luis de Guindos, aseguró hace tres meses que “de vez en cuando, al señor Juncker hay que explicarle las cosas”, refiriéndose al presidente del Eurogrupo al que había ido a pedirle dinero.
Es ese “no saber estar” que lo inunda todo. Desde el nuevorriquismo de los distintos gobiernos españoles, organizando cumbres en Latinoamérica  y llamándola como a ellos les da la gana, Iberoamérica, hasta llegar a los programas televisivos fantasma (para exportación) en la que sesudos ingenieros y arquitectos españoles nos muestran como viven en la “emigración” e intentan exportar su horroroso modelo urbanístico a Guinea Ecuatorial, al Brasil, a Marruecos o a Rumanía.
Esa actitud sobrada la definió maravillosamente Fidel Castro Ruz cuando definió al prepotente Aznar como “caballerito español” más por el tamaño mental que por el físico.
El joven y millonario empresario chino criado en España, Moadong Chen, lo expresaba en una de las principales fábricas del pijerío estatal; el IESE, la escuela de dirección de empresas de la Universidad de Navarra del Opus Dei: “a mí me gusta tener amigos pero no hacer política. Soy un hombre de negocios, no un pijo”.
A nadie se le movió una mecha rubia o un poco de gomina cuando oyeron al chino-español; cada uno a lo suyo que eso no iba con ellos. Después esta clase “dirigente” y “formada” pasará de la empresa privada a la empresa pública, a “administrar” lo de todos con “eficacia y sensatez”, y después volverá a su lugar natural, la empresa privada, de la que sacaron un pié, un momentito, para administrar lo que es de todos y dejarlo en el estado en el que está actualmente: “superguay-genial”.