Opinión

Escraches en Ucrania

El partido que gobierna España se ha revuelto furioso contra el juez que ha sentenciado la legalidad de los llamados escraches, esas protestas absolutamente pacíficas que protagonizaron miles de ciudadanos ante los domicilios de políticos que permitían el desahucio de miles de familias que perdieron su casa por la consentida codicia de los bancos y cajas de ahorros. Dice Ana Botella, la alcaldesa de Madrid y esposa de Aznar –ese tipo criminal que alegremente arrojó al pueblo español a cometer el terrorismo occidental en Irak– que el juez no debería apoyar a la plebe porque, literalmente, “es como la Revolución Francesa”. Habría que explicarle a esta cabeza de melón, de entrada, que la Revolución Francesa fue entre otras cosas una revuelta burguesa para proteger la propiedad y la empresa privada sobre la monarquía hereditaria. Aunque la Ilustración a la que dio lugar fue fabulosa para la cultura y la ciencia, no lo fue en la misma proporción para la mujer o para los esclavos de las colonias francesas. Dicho esto, lo más reprobable es que Botella y compañía se oponen a las protestas cívicas de cuatro abuelos desahuciados desarmados en España (rodeados por una policía represiva y, por suerte para todos, sin rival en la calle) y a la vez alienten y animen los crímenes que, en nombre de la pretendida democracia occidental, están perpetrando grupos paramilitares golpistas en Ucrania, del mismo modo que las democracias occidentales se aliaron con los salvajes mercenarios de Al Qaeda para provocar un golpe de estado en Siria. Es lo mismo que hace treinta años hizo EE UU alimentando el monstruo talibán para hacer daño a la Unión Soviética a través de Afganistán. Históricamente y a grandes rasgos, los jueces españoles acostumbran a tener una ideología muy conservadora, pero al lado de este facherío desbocado que ha llegado al poder, cada día se parecen más a los superhéroes como Spiderman o Guillermo Tell.

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