Opinión

El continente europeo y el siglo XIX

El continente europeo y el siglo XIX

“Al sureste de Europa la ancha cuña del imperio otomano que abarcaba todavía las tierras de la actual Grecia (independizada en 1830), de Bulgaria, Rumanía, Yugoslavia y Albania, y decimos ‘todavía’ porque políticamente Turquía se hallaba ya en pleno ocaso, tras el rechazo en los siglos XVII y XVIII de su ofensiva contra Europa. El congreso de Berlín en 1878 y el final de la guerra europea empujaron sus fronteras aún más hacia allá. Pero en 1815 penetraba ‘todavía’ la sublime puerta en dirección a la Europa central hasta los confines de Croacia”, leemos en la introducción titulada ‘Correrías a través de un libro de estampas europeas’, cuyo autor es Egon Schramm, para el preciado volumen Pintoresca vieja Europa, de Rolf Müller, ‘Das Topographikon’, Hamburgo, República Federal Alemana, 1970, con licencia editorial para ‘Círculo de Lectores’ –en traducción de Luis Romano Haces–, Barcelona, 1976.

Convendría hacer hincapié en que, frente a los países de occidente, del norte, este y sureste, la Europa central continuaba constituyendo un “fragmentado mosaico de estados”. Ciertamente su mapa no era ya tan abigarrado como tras la guerra de los Treinta Años y en las postrimerías del siglo XVIII. El hecho es que dos expansivos estados se habían adueñado de la escena política: el reino de Prusia y el imperio de Austria-Hungría, la monarquía del Danubio. Comprende ésta la actual Austria a más de Bohemia y Moravia, extendiéndose muy hacia el este hasta Galizia –Lemberg y Tarnopol– y también la Bucovina.

Recordemos asimismo que su frontera meridional –Transilvania, el Banato, Eslavonia, Croacia y Dalmacia– con las provincias del norte de viejo enemigo turco –Moldavia, Valaquia y Servia– presentaba una geografía de gran extensión y complejidad. Austria se adentra en Italia, abarcando El Tirol, Venecia y la Lombardía. Igualmente pertenece a la dominante casa de Habsburgo-Lorena el gran ducado de Toscana junto con Florencia, Livorno y la isla de Elba que Napoleón adoptara en la circunstancia de su primera abdicación. ¿Y al norte de Europa central? Prusia con su parte oriental que comprendía desde Tilsit hasta las fronteras de Sajonia, Turingia y Hannover así como sus provincias del oeste a uno y otro lado del río Rin.

Ahora bien, hemos de tener presente que entre ellas existen estados pequeños, incluso minúsculos. Es el caso del dudado de Mecklemburgo, el reino de Hannover, el gran ducado de Oldemburgo, al igual que los estados de Hesse, los de Turingia, el reino de Sajonia, el gran ducado de Baden y los reinos de Württemberg y de Baviera. De manera similar acontece con la fragmentación de Italia, la península de los Apeninos. Al sur se extiende el reino de las dos Sicilias desde Trapani y Palermo hasta los límites de los estados pontificios. Los estados del Papa –costa al Adriático y al Tirreno– llegan desde Bolonia hasta Roma y aun más al sur. Al norte del gran ducado austríaco de Toscana se encuentra el ducado de Modena, posesión de la casa de Habsburgo–Este, así como el reino de Cerdeña que, además de la isla de su nombre, abarca un más que apreciable territorio continental desde Génova hasta la frontera con Suiza. Es digno de resaltar que Suiza nos presenta una “constante” en el “rompecabezas” geográfico de la Europa central ya en el siglo XIX: sus fronteras fijas y seculares garantizadas por la confederación helvética.