Opinión

El beneficio de la porra

No hace falta ser un repudiado comunista (como dicen de mí, con agrado) para denunciar que la mayoría de la estructura política en España está corrompida, sobornada por los grupos financieros a los que seguimos enriqueciendo a través del BCE.
El beneficio de la porra

No hace falta ser un repudiado comunista (como dicen de mí, con agrado) para denunciar que la mayoría de la estructura política en España está corrompida, sobornada por los grupos financieros a los que seguimos enriqueciendo a través del BCE. Es importante decir que casi toda la gente que estos días se echa a la calle pacíficamente (con la que coincido en muy poco; hay que decirlo) no es ni revolucionaria ni de izquierdas; son personas normales que ven cómo se reparte la tarta y que se están quedando al borde de la indigencia. Salvo excepciones, se mueven bien en el sistema capitalista del PPSOE pero ven que el régimen se ha vuelto más cruel. Piden la dimisión del Parlamento y dicen que son ellos los que representan a la sociedad. Discrepo: el Parlamento sí representa a una mayoría aplastante de españoles. Los indignados bien harían en darse la vuelta para buscar a sus enemigos entre los millones de vecinos indolentes o cómplices que votan para colocar a estos tipejos en el Parlamento. A su vecino deben cogerlo por la pechera y decirle que por su voto tienen peor sanidad, peor educación y peor distribución de riqueza. El carácter pacífico que hay que proclamar al 99,9 por ciento de los manifestantes contrasta con la represión policial, siguiendo órdenes del poder político y de los millones de españoles que votan a ese poder político (otra vez el culpable es su vecino del sexto, querido indignado). En contra de lo que se piensa, las imágenes de la policía criminalizando a ciudadanos pacíficos beneficia al Gobierno: satisfacen al poder financiero que quiere mano dura y, sobre todo, han atemorizado a cientos de miles de españoles que tienen miedo a salir a la calle para dar su opinión con una pancarta.