Opinión

Egipto

En España no se repetirá una revuelta tan noble como la tunecina o la egipcia: aquí los explotadores se esconden sútilmente detrás de los políticos. Con Franco tampoco hubo revuelta masiva; se tuvo que caer a plomo, de viejo, y dejando herederos para que lo esencial no cambie.
En España no se repetirá una revuelta tan noble como la tunecina o la egipcia: aquí los explotadores se esconden sútilmente detrás de los políticos. Con Franco tampoco hubo revuelta masiva; se tuvo que caer a plomo, de viejo, y dejando herederos para que lo esencial no cambie. Por eso resulta tan ridículo atender las reflexiones de los opinadores profesionales de los periódicos españoles, que hoy llaman ‘régimen’ a un gobierno que hasta hace dos días aplaudían como ‘amigo’ porque atendía servilmente a los intereses de EEUU en la región (el autor de esta columna lleva años denunciando a las tiranías de muchos de estos países árabes, empezando por el régimen saudí y Egipto, ante el excepticismo general). Dicen los opinadores que se debe imitar el modelo europeo –como si la transición española hubiera sido ejemplar–, olvidando que en Argelia se promovió un golpe de Estado con decenas de miles de muertos cuando las elecciones no resultaron del agrado ‘occidental’. Lo más curioso es que los que se muestran más preocupados por los mal llamados extremismos árabes, apelando a la libertad ante la presión religiosa, sean los más condescendientes con el nacionalcatolicismo hispánico y con la financiación de la iglesia católica con los impuestos de todos. Pero España vive en otro planeta: mientras se multiplican las protestas para acabar con las desigualdades extremas, aquí aplaudimos a un rey que concede títulos a un escritor y a un seleccionador de fútbol para distinguirlos de la plebe.