Opinión

Doparse

España está enferma de resentimiento, de ansiedad, por eso de vez en cuando desahoga su odio a lo loco y sin puntería. Un día los controladores aéreos son como terroristas y otro la turba se lanza sobre los deportistas que se dopan, como si fueran peores que los traficantes de heroína o los políticos que no toman medidas para acabar con la opacidad bancaria que los mantiene.
España está enferma de resentimiento, de ansiedad, por eso de vez en cuando desahoga su odio a lo loco y sin puntería. Un día los controladores aéreos son como terroristas y otro la turba se lanza sobre los deportistas que se dopan, como si fueran peores que los traficantes de heroína o los políticos que no toman medidas para acabar con la opacidad bancaria que los mantiene. Lo grave del dopaje, siendo sinceros, no es la salud de los atletas; lo grave es la trampa y la mentira, porque deja a los honrados a unas décimas de las medallas. Pero es la vida real, en el urbanismo, en la política, las empresas y la declaración a Hacienda, donde media España trata de hacer trampa o de mentir. Mientras no estemos es una sociedad más honrada en lo cotidiano, no merecemos escandalizarnos de lo que sucede en nuestros líderes. Hay que recordar los medios y personas que denunciaron un complot internacional contra el deporte español cuando medio mundo observaba cómo tapábamos, en todas las instancias y durante años, los grandes casos de dopaje en el ciclismo. A esos ‘patriotas’ hay que pedirles cuentas y retirarlos del espacio público. Y al mundo, empezando por Francia, pedirle disculpas. Todas estas rabietas mediáticas y populares se suceden porque la gente está quemada pero no sabe a quién culpar de sus propios males. Ni los controladores ni los atletas han sembrado España de mileurismo, cláusulas contractuales abusivas, paro o listas de espera sanitarias, que es lo que nos lleva a la locura y al resentimiento.