Opinión

La decisión francesa

El próximo 22 de abril, Francia celebrará la primera vuelta de elecciones presidenciales bajo un atomizado clima político. Estos comicios son clave para la actual geopolítica europea, principalmente ante la posibilidad de un cambio de gobierno en París que impida la tentativa de reelección del polémico presidente Nicolás Sarkozy. La ya previsible segunda vuelta será el próximo 6 de mayo.
El próximo 22 de abril, Francia celebrará la primera vuelta de elecciones presidenciales bajo un atomizado clima político. Estos comicios son clave para la actual geopolítica europea, principalmente ante la posibilidad de un cambio de gobierno en París que impida la tentativa de reelección del polémico presidente Nicolás Sarkozy. La ya previsible segunda vuelta será el próximo 6 de mayo.
El principal retador del derechista y conservador Sarkozy es el socialista François Hollande, quien intenta no sólo el retorno al poder del socialismo francés tras la derrota de 1995 sino también un lavado de imagen para su partido, ante los recientes escándalos sexuales de una de sus figuras más emblemáticas, Dominique Strauss-Khan, exdirector del FMI.
Pero el panorama se enturbia ante al aumento de la extrema derecha del Frente Nacional, ahora bajo la candidatura de Marine Le Pen, hija predilecta del fundador del movimiento xenófobo Jean-Marine Le Pen, quien en las elecciones de 2002 ya dio el susto al superar en votos a los socialistas y pasar a segunda vuelta contra el ‘gaullista’ y mentor político de Sarkozy, el expresidente Jacques Chirac.
Por su parte, en la extrema izquierda está la candidatura de Jean-Luc Mélenchon, quien intenta junto a Le Pen constituirse como el “candidato bisagra” que pelee los votos en una hipotética segunda vuelta entre Sarkozy y Hollande, ambos favoritos pero cuyas respectivas popularidades también registran altibajos. Tanto Mélenchon como Le Pen lideran una tendencia alternativa, populista y rupturista, confluyendo en la compleja amalgama de movimientos de derechas y de izquierdas, crítica con el modelo económico y social francés así como con la Unión Europea (mucho más marcado en el caso de Le Pen), y cuya franja de popularidad no es lejana al 20% del electorado.
Todo ello coloca a Francia en el centro de atención política, no sólo por ser el poder geopolítico junto a Alemania dentro de la UE sino en observar cómo la crisis económica que está erosionando el edificio de convivencia social y el estado del bienestar europeo puede tener un test político y electoral clave en estas elecciones presidenciales francesas.
Tanto como el resto de países europeos, la canciller alemana Ángela Merkel estará sumamente pendiente de estas elecciones, principalmente por la conformación de su tándem con Sarkozy (el impopular eje ‘Merkozy’), que está guiando los designios económicos de la UE. En el hipotético caso de derrota de Sarkozy, Merkel tendrá que buscar otra ‘pareja de baile’, muy probablemente en un candidato/a mucho más crítica con su política económica para la Zona Euro.
Por ello, el voto francés es, invariablemente, un momento decisivo para el voto europeo, en el cual también se medirá cuál es el grado real de aceptación y legitimidad de las elites políticas europeas y si existe un marcado desgaste social motivado por la crisis. Pero para no perder la picaresca, el factor sexual no escapa a la carrera electoral francesa: un instituto de opinión pública de París publicó recientemente un estudio sobre las preferencias electorales de los franceses en base a su actividad sexual, con resultados tan hilarantes como curiosos. De algún modo, el escándalo sexual de Strauss-Khan ha dejado su huella en la política francesa.