Opinión

La ‘cripta sepulcral’ de la Catedral de Santiago

Según la tradición, el peregrino a Compostela, a fin de poder dar el abrazo con mayor soltura, situaba su sombrero-viajero sobre la cabeza del Apóstol, que antaño no estaba coronada con la presente aureola.
La ‘cripta sepulcral’ de la Catedral de Santiago
Según la tradición, el peregrino a Compostela, a fin de poder dar el abrazo con mayor soltura, situaba su sombrero-viajero sobre la cabeza del Apóstol, que antaño no estaba coronada con la presente aureola. Arriba de la cabeza del peregrino se halla la lámpara votiva construida con las empuñaduras de plata de las armas del renombrado ‘Gran Capitán’, brazo derecho de los Reyes Católicos, quien cumplió esta donación en 1512, cuando alcanzó tierras compostelanas como ‘romero’ a Galicia.
“Al bajar del camarín, se debe visitar el sepulcro de Santiago y de sus dos discípulos Atanasio y Teodoro. El visitante se preguntará cómo es posible que esté en ese extremo de la Tierra, en el Finisterre, el cuerpo de un Apóstol de Cristo. La tradición afirma que Santiago predicó en estos lugares”, señala el historiador religioso Jesús Precedo Lafuente en su imprescindible libro titulado Catedral de Santiago de Compostela, Ediciones Aldeasa, Madrid, 2002. Y agrega: “Si esto es así, y los testimonios son anteriores al redescubrimiento del sepulcro, en el siglo IX, después de un período de menor conocimiento, ya no hay dificultad alguna en admitir su enterramiento compostelano”.
Hemos de significar que la cripta sepulcral se encuentra a la cabecera de un enterramiento de los siglos I al VIII, orientado hacia la plaza de la ‘Quintana dos Mortos’. Conviene tener presente tal abandono hasta que, durante el siglo IX, deja paso a los esmerados cuidados de tiempos del obispo Teodomiro y del rey Alfonso II. Nuevamente los “restos apostólicos” volvieron a estar ocultos desde la incursión del pirata inglés Drake –durante el siglo XVI– hasta el 29 de enero de 1879. Como es natural, fueron sucesivas las remodelaciones de este recinto, de manera que no nos permiten actualmente estimar y valorar en qué condiciones se halló en la antigüedad. Permanecen, empero, restos que nos dejan “reconstruir” idealmente este lugar. Se sabe que fue una construcción romana del estilo de las halladas en otros espacios y datadas en los siglos I y II. Poseía dos cámaras: una inferior, la sepulcral, y otra superior, destinada al oratorio y lugar de reunión familiar. Mas no conviene olvidar que a lo largo de su evolución histórica existieron sucesivas edificaciones, al igual que la invasión musulmana y las diferentes remodelaciones, sobre todo las correspondientes a los siglos XII y XVII.
“Las obras de la cripta actual se iniciaron en el año 1879, siguiendo la orientación que para ello dio el canónigo e historiador López Ferreiro”, nos ilustra el profesor Precedo Lafuente. Se intentó llevar a término una decoración similar a la antigua. De tal suerte que en julio de 1884 se instaló la urna de plata, la cual conserva en tres compartimentos los tres cuerpos, reconstruidos y catalogados en su época por catedráticos de la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela. Está en el lugar del primigenio enterramiento, aunque en un plano superior, pues la actual cripta corresponde al departamento alto de la edificación romana. Diseñada por Losada, la urna fue realizada por los orfebres santiagueses Rey y Martínez. Sigue la ‘tabla’ del retablo de la época del arzobispo Gelmírez que estaba detrás del altar. He ahí el ‘crismón’: el monograma del nombre griego de Cristo, una ‘X’ y una ‘P’. Y El Salvador. Y la Cruz de cristal de roca, donada por el arzobispo Don Gaspar de Zúñiga y Avellaneda en 1569.