Opinión

Congresos

Es usted un ciclista, un corredor o un nadador de élite, de esos que llevan una vida espartana, que no pueden salirse un ápice de la obsesión porque bajarían sus marcas. Imagínese que su entorno mediático le asalta pretendiendo convencerle de que el mundo se divide en dos únicos pensamientos distintos: el Real Madrid y el Barcelona.
Es usted un ciclista, un corredor o un nadador de élite, de esos que llevan una vida espartana, que no pueden salirse un ápice de la obsesión porque bajarían sus marcas. Imagínese que su entorno mediático le asalta pretendiendo convencerle de que el mundo se divide en dos únicos pensamientos distintos: el Real Madrid y el Barcelona. Usted será de los pocos que digan “carajo, pero si los dos son fútbol, no me tomen el pelo; yo no soy fútbol, yo existo”. Lo mismo sucede al ver estos días los sucesivos congresos que celebran en España el PSOE y el PP. Es asombrosa la capacidad para hacernos creer que representan posiciones distintas e irreconciliables. Pero los dos son fútbol de medio pelo. Los verdaderos jefes de nuestras ‘democracias’ no viven del voto ni van a los congresos. Son las grandes empresas y bancos que se tronchan de los congresistas, que hablan pomposamente de todo menos de meter mano a los que ejercen las desigualdades. Presumen de hacer los programas a la carta de la opinión pública de turno y pugnan por ver quién se parece más al español medio. Pero es que se trata de lo contrario: de crear y legislar un ejemplo a seguir. Para ser como nosotros no necesitamos mantenerlos. Han organizado ambos unos congresos fastuosos con muebles de diseño, hoteles y chóferes a la carta y a mansalva. Esto confirma mi convencimiento de que no hay crisis: lo único que existen son las desigualdades de siempre, pero más acentuadas en los que menos tienen. Por haber, hay para todos.