Opinión

Conflictivos

A Manolo y a ToniEl individuo conflictivo es fácilmente identificable. Surge en todos los ámbitos de la vida social, comenzando por la familia, donde los intereses del grupo se conciertan para neutralizarlo, primero haciéndole sentir el ‘espíritu de cuerpo’ frente a la inconveniencia de sus manifestaciones opinantes o de ciertos exabruptos a que le expone su carácter; segundo, aislándole, apartándole de la
A Manolo y a Toni

El individuo conflictivo es fácilmente identificable. Surge en todos los ámbitos de la vida social, comenzando por la familia, donde los intereses del grupo se conciertan para neutralizarlo, primero haciéndole sentir el ‘espíritu de cuerpo’ frente a la inconveniencia de sus manifestaciones opinantes o de ciertos exabruptos a que le expone su carácter; segundo, aislándole, apartándole de la ‘armónica’ vida familiar o del conjunto ‘normal’ de relaciones en que se mueve la red del clan o de la tribu, presta a caer sobre los díscolos al momento de disonar... Dentro de esta política de neutralización estará la alternativa de invitarle a ceremonias familiares, asignándole ubicación en mesas alejadas del escenario, junto a personajes de segundo orden y escasa figuración (lo anodino se opone a lo confrontacional)… Se le aconsejará en privado, asimismo, que evite pronunciar discursos de circunstancia, sobre todo en los sepelios, cuando la pena suelta la lengua y el ánimo conturbado puede conducir a la arenga perturbadora.
El conflictivo es raro, resentido, antisocial, inconformista, insatisfecho (comunista), anárquico, aguafiestas, o simplemente loco; también puede transformarse en agresivo psicópata si le dejamos actuar según sus móviles corrosivos y disociadores… Pero la grey posee sólidas defensas para conjurarle, desde las leyes consuetudinarias que laten en su seno hasta los rigores imperativos de la norma acatada por la mayoría, lo que viene a ser, en virtud de la estadística intrafamiliar, inevitable regla democrática.
El conflictivo se atreverá a decir en público a un pariente mayor, prestigioso y arrogante: –“Usted es un hipócrita, ¿con qué atribuciones viene a predicar la moral, cuando se le conoce por esto y por lo otro?…”– El grupo intervendrá, disuadiendo al impertinente a callarse, cambiándole de lugar en la mesa, como quien extrae un fruto agusanado del lozano frutero… Todos piensan y temen que habrá una ocasión próxima en que el conflictivo volverá por sus fueros, porque el carácter y la personalidad esenciales no cambian, aunque de pronto se pueda recurrir al disfraz diplomático de la urbanidad.
Luchador y beligerante, aunque en ocasiones mantenga cierta cordura defensiva y aparente ecuanimidad, el conflictivo suele desmadrarse cuando menos lo esperamos, como aquel jefe administrativo segundón a quien llama su gerente, sugiriéndole intervenir en una convocatoria de los cuarenta trabajadores de la empresa –alertado del inminente peligro de articulación de un sindicato, merced al activismo subrepticio de algunos elementos asaz conflictivos que ha detectado a través de su red de soplones– con el objeto de que le ayude a disuadirles, dado su amistoso ascendiente entre ellos,  de tamaña felonía…
El pater capitalista dirige la palabra a sus subordinados en tono y forma ya conocidos: –“Amigos– (curioso empleo de un sustantivo afectuoso en la fría y clasista escala piramidal de poderes), ustedes saben que mi preocupación por vuestro bienestar es permanente y que en esta empresa, que yo concibo como una familia (otra vez se sobresalta la semántica, acuciada por la paradoja conceptual), nos hemos entendido y nos entenderemos siempre de manera directa y sin instancias de índole gremial o política que pueden llevarnos al desastre, es decir a que ustedes pierdan sus empleos y vaguen por el limbo incierto de la cesantía… Cedo la palabra a mi colaborador, Zutano Contreras…”.
Zutano Contreras se explaya, y mientras habla siente encenderse viejos fuegos juveniles, arrestos pretéritos que se confunden con sus remotos anhelos de libertad, igualdad y fraternidad (ah, conflictivas revoluciones francesa y rusa): –“Compañeros, –dice, empleando una palabra que es hoy como pedrusco intempestivo caído en las aguas quietas del empresariado–, no sólo es un derecho de los trabajadores sindicalizarse, sino que es un deber moral y un compromiso de clase; la única entidad que puede velar por vuestros intereses y necesidades es el sindicato, frente al poder del capital que también está organizado en gremios, cofradías y asociaciones de propietarios que defienden su prerrogativa de lucrar con la plusvalía que el trabajo genera, trocada, como sabéis, en un bien de mercado, transable como cualquiera otra mercancía…”–.
A tales alturas de la frustrada junta es probable que el gerente haya atravesado al conflictivo Zutano con una mirada aviesa y terrible, instándole a retirarse para retomar él la palabra, con discurso conciliador y persuasivo... Huelga decir que el conflicto, conjurado a tiempo, hizo que Zutano pasara a engrosar, ese mismo día aciago, la cohorte estable y segura de los cesantes.
En una sociedad melindrosa y eufemística, como la chilena, contamos con más individuos conflictivos que en cualquier otra, puesto que evitamos, a menudo de manera inconsciente, decir las cosas por su nombre, llamar al pan pan y al vino vino… (Utilizo estos lugares comunes a propósito, de manera consciente y voluntaria). El solo hecho de alzar la voz en sitios públicos, por encima del murmullo cotidiano, nos pone en riesgo de ser interpretados como agresivos. Esto es algo que llama la atención a los españoles, italianos, argentinos, mexicanos, uruguayos y otros forasteros que nos visitan, como asimismo el empleo abundante de diminutivos para solicitar algo a los otros, como si impetrásemos un favor inusual.
En el lenguaje escrito esto lleva a una extraña autocensura, previniéndonos del peligro de herir a otros o de provocarles reacciones descomedidas. Es también un lugar común escuchar entre nosotros: –“No es ésa la forma de decírselo; podrías ser más prudente…”. Quizá por eso elegimos locutores hispanos y entrenadores de fútbol argentinos, a quienes no encontramos conflictivos sino auténticos líderes de recia personalidad que nos impulsan a creerles u obedecerles… Tal vez esto redunde en una actitud social sumisa, tema que no deseo abordar por ahora.
–Profesor, ¿fue Cristo un conflictivo?
–Por supuesto. De lo contrario, no hubiese muerto en la cruz.    
–Usted, profesor, se considera conflictivo?
–Algo iconoclasta, nada más… Para ser conflictivo hay que tener coraje.