Opinión

Cocina Gallega

Hasta hace poco los alcaldes, o aspirantes al cargo, llegaban con amplias sonrisas y promesas, participaban de banquetes y actos artísticos, daban discursos y se fotografiaban con sus vecinos residentes en el Finesterre austral. Tengo ante mí la última misiva del ayuntamiento en que nací: benquerido veciño, anuncia con melosa verba.

Hasta hace poco los alcaldes, o aspirantes al cargo, llegaban con amplias sonrisas y promesas, participaban de banquetes y actos artísticos, daban discursos y se fotografiaban con sus vecinos residentes en el Finesterre austral. Tengo ante mí la última misiva del ayuntamiento en que nací: benquerido veciño, anuncia con melosa verba. De pronto, algo cambió, y se decidió unilateralmente que los residentes en el exterior perdieron su condición de vecinos, parientes, parroquianos, conciudadanos. Ni siquiera se consultó, vía plebiscito, a los residentes. ¿Para qué? Pareciera que en las democracias modernas, el representado otorga a su representante en el Parlamento poder absoluto de decisión, deja que piense por él. Si la Constitución dice lo contrario no tiene importancia, nadie parece leer las Cartas Magnas, la gente lee libros de autoayuda donde un iluminado enseña cómo ser feliz o llegar a millonario. Y efectivamente el autor del libro engrosa rápidamente su cuenta bancaria a costa de los ingenuos lectores. Conozco paisanos residentes en el exterior que tienen un fluido intercambio con su terruño, algunos conservan o adquirieron solar propio en el pueblo natal, muchos tienen a buena parte de su familia allí, y viajan con frecuencia; todos mantienen lazos muy fuertes de pertenencia, y gracias a los modernos medios de comunicación se encuentran informados de todo lo que acontece en su tierra.
Recibo por intermedio de una amiga de la infancia, emigrada en Barcelona, información regular de lo que acontece en mi aldea, fotografías y audio que suplen los viajes ya no tan regulares para comprobar que el naranjo centenario sigue en pie, y conserva rastros de mi ADN en su rugosa corteza. Ahora mismo estoy viendo en la pantalla del ordenador las aguas del Sil a la altura del puente de San Clodio, intuyo a un centenar de metros mi querido “remansiño”, las casas de Espandariz, el silencio de la ermita, el jolgorio de la Santa Compaña de antepasados que no deja de beber aguardiente en el camposanto, los murmullos de las viejas comadres que deslizan cada tanto un “Buenos Aires” seguido del nombre del vecino ausente en sus chismes. El emigrante nunca se va de su pueblo. Lo puede comprobar cualquier nieto que regresa y conversa con los vecinos de su antepasado, y siente que todo vuelve a la normalidad, que el viaje circular finalmente se cumplió, y él ocupó el lugar que su abuelo, en realidad, nunca dejó. Sucede lo mismo a la inversa, cuando hombres y mujeres de buena leche vienen a Buenos Aires buscando a sus parientes emigrados, y al encontrarlos sienten que llenan un vacío, completan su identidad, comprenden lo universal de su estirpe nómada.
Ahora bien, aun los que están de acuerdo con el cercenamiento del voto emigrante en las municipales, no dejan de intuir e inquietarse pensando que los autores del recorte de derechos irán a “por más”. Y entonces el emigrante, el verdadero hacedor de esta Galicia moderna, verá que tampoco será ciudadano de segunda, simplemente dejará de existir para las leyes de su país. Será traicionado. Tal vez por verse ante una situación que pone en tela de juicio nuestros derechos naturales, las distintas asociaciones representativas del colectivo de emigrantes, que ni siquiera habían logrado unificar el anual homenaje a Castelao, cerraron filas, se reunieron, y convocan a una manifestación con concentración en el Monumento “de” los españoles (recordemos que el monumento fue donado por los españoles con motivo del primer Centenario y es un homenaje a la Argentina) y luego marcha hasta la embajada de España. Será el 15 de Mayo. Sin duda el peor error de los pueblos es elegir el silencio, lo demuestra la historia; cuando en la Península una enorme mordaza impedía expresarse, la voz potente del pueblo gallego se oyó fuerte y clara en la diáspora (no está demás apelar a la memoria). Pues bien, recordando el pasaje bíblico donde un hermano mayor renuncia a sus derechos y privilegios de primogénito a cambio de un sabroso plato de lentejas, nos acercamos a la cocina para guisar de acuerdo al mandato de nuestros mayores, y las reglas del arte.


Ingredientes-Guiso de lentejas: 500 gramos de lentejas, 1 cabeza de ajo, 2 dientes de ajo, 2 cebollas, 4 tomates rojos, 1 pimiento verde, 1/2 pimiento rojo, 2 zanahorias, 1 chorizo colorado, 50 gramos de panceta ahumada, pimentón, sal, pimienta negra molida, perejil, 2 hojas de laurel, aceite.


Preparación: Hacer un sofrito con 4 cucharadas de aceite, 2 dientes de ajo, 1 cebolla, los pimientos y los tomates bien picaditos. Revolver para que suelten el jugo y cocer a fuego lento durante una hora, añadiendo agua caliente si es necesario. Echar las lentejas ya remojadas, el laurel, la cabeza entera de ajo, una cebolla y un tomate (enteros, las zanahorias en rodajas, perejil picado, el chorizo y la panceta picada), pizca de pimienta, y pimentón. Revolver con la cuchara de madera. Cubrir con agua o caldo de verdura caliente y cocer a partir del hervor una hora, añadiendo líquido si es necesario. Es mejor comerlo al día siguiente, con los sabores bien concentrados.