Opinión

Cocina Gallega

La vicepresidenta del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, aseguró a la prensa internacional que “estamos dispuestos a trabajar para encontrar, dentro de la Constitución, aquellas fórmulas que permitan extender el derecho de voto en elecciones municipales al mayor número posible de extranjeros con residencia permanente en el país”, y añadió, refiriéndose a los inmigrantes “si viven y
La vicepresidenta del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, aseguró a la prensa internacional que “estamos dispuestos a trabajar para encontrar, dentro de la Constitución, aquellas fórmulas que permitan extender el derecho de voto en elecciones municipales al mayor número posible de extranjeros con residencia permanente en el país”, y añadió, refiriéndose a los inmigrantes “si viven y trabajan con nosotros, es de justicia que también puedan decidir con nosotros”. De todas maneras, a pesar de las buenas intenciones, la iniciativa gubernamental, en la práctica, tendría un impacto limitado, ya que la legislación española para dar derecho a voto a un extranjero exige que haya una reciprocidad en su país de origen con los españoles residentes allí. Salvo Noruega, que tiene apenas 10.000 nativos residiendo en España, en la mayoría de los países de origen de los inmigrantes faltan leyes específicas. La mayor comunidad es la marroquí, con casi 700.000 residentes, y no hay acuerdos bilaterales con Marruecos en esta materia; la colectividad que le sigue en número, la ecuatoriana, con unos 400.000 residentes, está esperando una reforma de la Constitución de su país natal.
En cuanto a los 60.000 argentinos, España y Argentina firmaron acuerdos en la década del 90, pero faltan acuerdos complementarios para hacerlos efectivos. Fuera de estos tejes y manejos legales, están los miles de “sin papeles” que no figuran en el registro oficial de 2.500.000 de inmigrantes no comunitarios residentes en España.
Me viene a la memoria una nota del prestigioso ensayista Luciano Canfora, donde se lee en el marco de un análisis más amplio sobre los imperios, que el Imperio Romano fue salvado de ingresar en una prematura decadencia por los inmigrantes que, convertidos de extranjeros a ciudadanos, fueron el secreto de la fuerza de Roma. Si Atenas y Esparta entraron en decadencia y fueron absorbidos por potencias superiores se debió al uso celoso y miope del derecho de ciudadanía. Por el contrario, Roma, que llegó a tener emperadores como Trajano, Teodesio y Adriano nacidos en Hispania, desde sus orígenes vio como Rómulo abría las puertas de la ciudad a los extranjeros, haciéndolos ciudadanos “optimo iure”. Tácito, más tarde, defiende esta forma de gobernar como garantía de perdurabilidad del imperio, y fomenta el ingreso de los nacidos en el extranjero al Senado. Recordemos que el filósofo Lucio Anneo Séneca, senador en tiempos de Calígula, había nacido en Córdoba.
Parece que, para bien o para mal, el tradicional concepto de fronteras caerá en desuso a la hora de plantear los derechos de los inmigrantes en el país de acogida, o los de los ciudadanos de una nación radicados en el exterior. Materia para juristas y legisladores.
Por lo pronto, aquí, en el puerto de Santa María de los Buenos Aires, se festejó con distintos actos el Mes de Galicia. Y ya que hablamos de territorialidad, la colectividad quiso que el Camino de Santiago se reiterara en las calles porteñas con la participación entusiasta de miembros de distintas sociedades, cuerpos de baile, músicos, funcionarios del gobierno porteño, el diputado del Parlamento gallego José Manuel Castelao Bragaña, y la delegada de la Xunta de Galicia, entre otras personalidades. Los peregrinos, sabiendo que el Camino comienza en el corazón, partieron de la Iglesia de los emigrantes en el itálico barrio de La Boca y, luego de recorrer sitios emblemáticos de la ciudad o caros al sentimiento gallego, como el Cruceiro de Parque Lezama, Plaza de Mayo, Catedral Metropolitana, Avenida de Mayo, Congreso Nacional, Plaza Francia, Parque Tres de Febrero, para llegar a la Parroquia Santiago Apóstol en el barrio de Núñez. Frente a la iglesia, en el Paseo del Inmigrante Gallego, se  montó en el escenario cedido por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires un espectáculo artístico de gran nivel.
La idea y organización de este recorrido fue de la ‘Unión de Asociaciones Gallegas’ de la Republica Argentina, y es un buen ejemplo de lo que hay que hacer: abrir las puertas de las instituciones y mostrar nuestra cultura en las calles. Al hacer uso de la palabra, la delegada de la Xunta de Galicia en Buenos Aires, María Xosé Porteiro, puntualizó que “el Camino de Santiago es una tradición religiosa y secular que da identidad a la cultura gallega, me gustaría que quien haga este Camino de Santiago en Buenos Aires sepa que está enviando un mensaje de hermandad cultural”, y agradeció “a los gallegos de Argentina por traer al país la cultura y las tradiciones de Galicia y mantenerlas vivas”.
Es halagador que se reconozca este esfuerzo de los ciudadanos en el exterior por mantener la cultura y la identidad, y se tomen medidas concretas para garantizar la vigencia de todos sus derechos en un plano de igualdad con los residentes en el territorio de nuestra Comunidad Autónoma.
Vamos, pues, a la cocina. Con la seguridad de sentirnos cada vez más gallegos, convencidos de haber eliminado ilusorias distancias con la fuerza de nuestros sentimientos.
Ingredientes-Arroz con pollo y gambas: 1 taza de arroz/ 1 taza de salsa de tomate/ 1/2 pollo deshuesado/ 16 gambas peladas/ 1/2 litro de caldo de ave/ 2 cdas de cebolla picada/ Aceite/ Sal/ Pimienta.
Preparación: Cortar el pollo en cubos de unos 3 cms. y dorarlos en un poco de aceite. Reservar. En una paellera, hacer un fondo con la cebolla; agregar el arroz y el pollo con el aceite del sofrito. Dar unas vueltas con la cuchara de madera, incorporar la salsa de tomate, y luego el caldo en una proporción de 2 a 1 respecto del arroz. Sazonar con sal y pimienta, y al romper el hervor, bajar el fuego y cocer 10 minutos. Echar las gambas y seguir la cocción hasta que el arroz esté en el punto deseado. Dejar reposar y servir.