Opinión

Ciencia-ficción

No es ciencia-ficción, pero existen armas y las tiene Rusia y Estados Unidos que más bien parecen salidas de la “Guerra de las Galaxias”. Son mortíferas y casi tienen inteligencia. Armas capaces de destruir el mundo y contra las cuales no hay defensa posible.Unas declaraciones ofrecidas por un jefe nacionalista ruso y recibidas al principio con recelo, pero que un especialista dijo no subestimar, puso a Occidente a cavilar.
No es ciencia-ficción, pero existen armas y las tiene Rusia y Estados Unidos que más bien parecen salidas de la “Guerra de las Galaxias”. Son mortíferas y casi tienen inteligencia. Armas capaces de destruir el mundo y contra las cuales no hay defensa posible.
Unas declaraciones ofrecidas por un jefe nacionalista ruso y recibidas al principio con recelo, pero que un especialista dijo no subestimar, puso a Occidente a cavilar.
El arma  mortal se llama “Elipton”, y es una especie de rayo teledirigido, un “cañón de partículas neutras”. Según expertos, esa luz es portadora de una energía destructora pudiendo golpear casi instantáneamente un objetivo situado a centenares de kilómetros de distancia.
Las partículas neutras son aquellas que se propagan mejor en la atmósfera. Un rayo intenso de tales proyectiles representa lo más peligroso de las armas y puede ser mortal en milésimas de segundo.
Uno -es lógico-  no entiende mucho de muerte y destrucción, pero los conocedores  de todo esa parafernalia militarista, también andan asustados, pues esas partículas cargadas (con ayuda de campos electromagnéticos) son capaces de hacer del punto azul hacer llamado Tierra, una bengala de mil colores. Dicho de otra manera: un cañón de neutrones requiere la aceleración de partículas cargadas, después, encontrar una astucia para hacerlas neutras y de aquí, al final de todo, solamente existe un paso.
En el cuadro de la “iniciativa de defensa americana” se hicieron dos estudios sobre las armas con partículas neutras. Una por la McDonnell Douglas Astronautics, por cuenta de la Fuerza Aérea de Estados Unidos; la otra en el laboratorio de Los Álamos, por  obra del Ejército de Tierra, el simplemente conocido “Army”.
Los dos sistemas reposan sobre el mismo principio. Al comienzo, una fuente produce hidrógeno negativo al que se le agrega un electrón, mientras un acelerador de partículas le influye velocidad. Un imán llamado de “desviación” curva, a  180 grados,  la trayectoria del rayo con el fin de hacer más compacto y poder lanzarlo al espacio a bordo de una aeronave. Después, elementos de óptica hacen de ese compacto bólido de luz un ángel del mal o el anunciador oficial del Juicio Final, un estallido de luz, color y muerte muy lejos del mural pintando en la Capilla Sixtina por Miguel Ángel.
En ese bello encargo solicitado por el Papa Julio II, el pintor plasmó algunas de las más extraordinarias  imágenes de toda la historia universal del arte. Sobre aquella  bóveda desarrolló un intrincado sistema iconográfico en el que se incluyen  las más importantes escenas del  Génesis, que es tanto como decir la esencia primogénita de la raza humana.
 Ahora  los nuevos “jinetes de la tormenta” comenzaron  cabalgando con los cohetes de Stanley Kubrick, cuando el hombre, a la búsqueda de las estrellas, fue traicionado por su propia tecnología. El  genio de ese director se reflejó, como otras pocas veces,  en las películas “Teléfono rojo: volamos hacia Moscú”  y “2001: odisea  del espacio”.
Rusia nos chantajea con el arma absoluta, pero no cunda el pánico: Estados Unidos, a la cabeza, tiene preparada una ojiva nuclear capaz de pulverizar el planeta en una microdécima de segundo. Todos seremos polvo de estrellas, pero alegrémonos: los comunistas,  que siguen gobernando el Kremlin tras las bambalinas, no  derrotarán el espíritu de Occidente.
    Palabra de muerte.