Opinión

Celso Emilio Ferreiro en Caracas

Acaban de confirmar que la calle en la que vivió Celso Emilio Ferreiro Miguez (CEF) en Caracas, a 100 metros de la Hermandad Gallega de Venezuela (HGV) –Irmandade Galega na Venezuela–, va a ser bautizada con su nombre. Ya el alcalde Freddy Bernal Rosales había autorizado el bautismo, a la espera del informe de Patrimonio.
Celso Emilio Ferreiro en Caracas
Acaban de confirmar que la calle en la que vivió Celso Emilio Ferreiro Miguez (CEF) en Caracas, a 100 metros de la Hermandad Gallega de Venezuela (HGV) –Irmandade Galega na Venezuela–, va a ser bautizada con su nombre. Ya el alcalde Freddy Bernal Rosales había autorizado el bautismo, a la espera del informe de Patrimonio. Los años fueron pasando y hoy podemos decir que CEF tendrá su nombre en una calle que hasta hace muy poco no tenía ni siquiera nombre.
Celso Emilio fue un caso singular de emigración, “emigrante serodio”, como le gustaba definirse. Su paso por la Irmandade Galega, su despido y posterior expulsión, sus proyectos culturales, su activismo en la Unión do Povo Galego (UPG), los libros que editó en Caracas gracias al editor canario Antidio Cabal González y su paso por la estatal Oficina Central de Información (OCI), hasta su marcha a Madrid, hacen de los escasos siete años de CEF en Caracas una estadía poliédrica.
Pero sus idas y venidas, filias y fobias en Caracas están acompañadas de amigos y compañeros galleguistas que propiciaron su venida y ayudaron a su sustento hasta su partida.
La lista de amigos es interminable, mucho más nutrida que la de supuestos enemigos que al final, salvo excepciones, no lo fueron tanto. La familia Noya, que lo trajo a Caracas y le dio techo y comida. Xosé Sesto, Pura Vázquez, que compartió muchos días con él y muchas peleas debido a su concepto idealizado de la emigración gallega. No todos quienes ofrecieron una mano fueron gallegos. El propio Antidio Cabal González es buena prueba de ello.
El paso de CEF por Caracas fue determinante para muchas decisiones que tomaría posteriormente en su vida, una de ellas, creo, su adscripción al PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Todavía no está editada su obra caraqueña completa. Los versos que dedicó a Manuel Álvarez Quiroga y su molino en Celanova, a Xosé López, a Benxamín Dapena...
No comparto la visión de Celso Emilio sobre la emigración. Ni los gallegos de fuera eran ‘ananos’ (enanos), ni los gallegos que no habían emigrado eran “minúsculos”. El dinero fácil venezolano corrompió y atrofió muchas mentes que ya venían tocadas por el hambre, la ignorancia y la dictadura franquista.
Como en el mito de la caverna de Platón, Celso Emilio Ferreiro entendió Galiza como una gran caverna de sombras encadenadas, la emigración era la luz, y él su único testigo. Debemos decir que la luz lo cegó y no volvió a la caverna para tratar de convencer a los encadenados que vivían viendo sombras. Se conformó con tomar otro camino. Aun así, CEF, con sus innegables errores, se nos hace cada vez más grande, por sus caídas y sus esperanzas. Merece un lugar entre ‘os bos e xenerosos’ (buenos y generosos) sin los cuales no seríamos lo que somos, gracias a todos los que tuvieron la valentía de romper las cadenas y salir para darse cuenta de que Galiza era su única patria y ellos eran gallegos. Que su recuerdo en Caracas sirva para que nunca olvidemos lo difícil que es romper las cadenas y ver la luz.