Opinión

Lo bueno de Aznar

En todos los años que pasé en la prensa diaria, jamás he visto una campaña editorial de denuncia que tuviera como exclusiva finalidad el bien general. Tenía que existir alguien ‘de arriba’ beneficiado con la operación periodística. Es más, en la mayoría de los casos las fuentes que empleamos los periodistas para destapar una chorizada no son la pericia y la constancia en la pesquisa sino el soplo de una parte interesada.
En todos los años que pasé en la prensa diaria, jamás he visto una campaña editorial de denuncia que tuviera como exclusiva finalidad el bien general. Tenía que existir alguien ‘de arriba’ beneficiado con la operación periodística. Es más, en la mayoría de los casos las fuentes que empleamos los periodistas para destapar una chorizada no son la pericia y la constancia en la pesquisa sino el soplo de una parte interesada. En información política esto es muy habitual; a veces dentro del propio partido, para cargarse a rivales internos. De otro modo, los casos de denuncia que tengamos documentados no pasarán de la reunión de portada. En otras palabras, si los lectores leen los trapos sucios de un político o empresa, es porque le interesa a otro tiburón de similares mandíbulas. Hace veinte años había un mayor control profesional de los periodistas (más calidad en el oficio) pero hoy es infinitamente mayor el control ideológico (por los nuevos propietarios de la Prensa, por las empresas y por las diversas Administraciones), por eso es tan interesante seguir a ese grupito de pirados y resentidos que, tras haber conocido el poder, vomitan todo lo que pueden ante los micrófonos. Aznar, que estos días defiende a Gadafi (pero ataca a Irán) y denuncia la quiebra económica de España (la que su Gobierno y el de Zapatero crearon con la deuda externa de la burbuja inmobiliaria) es uno de esos casos de tipos dispuestos a todo, incluso a decir algunas verdades a medias.