Opinión

El bailarín

Parece mentira que los españoles, que hemos emigrado por mil motivos, nos traguemos el cuento de que los cubanos emigran por políticas y no como el resto del mundo, ansiando nuevas oportunidades. En justicia, habría que decir que hoy los españoles emigran a Alemania por motivos políticos, porque el régimen político económico español (apoyado en el sindicalismo vertical) les ha robado su derecho a un trabajo digno.
Parece mentira que los españoles, que hemos emigrado por mil motivos, nos traguemos el cuento de que los cubanos emigran por políticas y no como el resto del mundo, ansiando nuevas oportunidades. En justicia, habría que decir que hoy los españoles emigran a Alemania por motivos políticos, porque el régimen político económico español (apoyado en el sindicalismo vertical) les ha robado su derecho a un trabajo digno. Por eso un gran periódico español –de esos que escribe editoriales sobre mercado libre mientras se dedica a mamar subvenciones públicas, uno de esos rotativos que lleva en la misma página la tiranía de Gadafi con la “moderación” del igualmente tirano saudí– publica como un notición que unos bailarines cubanos decidan quedarse en Canadá. Emplea términos como huída o ‘diáspora constante’ aunque los artistas dijeron que sólo hacen esto porque quieren probar otro estilo coreográfico. Por suerte, cualquiera que se pasee por Cuba verá que la cantera de la danza clásica, una cuestión de Estado, da para exportar talento a todos los teatros del mundo. Un día, paseando entre Prado y Capitolio, me paré a ver unos quinceañeros disputando un partidillo de fútbol y la escena me dejó pasmado: cuando el juego se quedaba atascado en el otro campo, el portero de este lado y un par de delanteros rivales aprovechaban para exhibirse con movimientos y piruetas de ballet ante el aplauso general. Si Cuba aplicara la lógica capitalista de los clubes de fútbol, estaría cobrando millones por las cláusulas de sus talentos emigrados.