Opinión

Arte y prodigio del ‘Maestro Mateo’ en el ‘Pórtico de la Gloria’

“Eligiendo la que parece más probable de todas las suposiciones que se han hecho acerca del contenido del ‘Pórtico de la Gloria’, hemos de decir que es una representación de la Iglesia, al menos en dos de sus fases: la militante y la triunfante”, nos recuerda el ilustre historiador Jesús Precedo Lafuente en su tan estupenda como didáctica obra titulada Catedral de Santiago de Compostela, Ediciones Aldeasa, Madrid, 2002.
Arte y prodigio del ‘Maestro Mateo’ en el ‘Pórtico de la Gloria’
“Eligiendo la que parece más probable de todas las suposiciones que se han hecho acerca del contenido del ‘Pórtico de la Gloria’, hemos de decir que es una representación de la Iglesia, al menos en dos de sus fases: la militante y la triunfante”, nos recuerda el ilustre historiador Jesús Precedo Lafuente en su tan estupenda como didáctica obra titulada Catedral de Santiago de Compostela, Ediciones Aldeasa, Madrid, 2002. Excepto conjeturas que se han venido aportando desde todos los tiempos sobre datos de homónimos –que pueden ser él mismo o bien un familiar–, ignoramos quién fue el ‘Maestro Mateo’. ¿Nació en Galicia? ¿Tal vez, debido a la presencia mostrada en su arte, su procedencia estaría allende los Pirineos? Continuando con más preguntas… ¿Corresponde a su autorretrato la estatua que se manifiesta arrodillada y mirando al altar? He ahí su piedad y agradecimiento: la humildad de su arte ante Dios. Éste es el tan celebérrimo, universal y simpático ‘Santo dos Croques’. El peregrino se golpea por tres veces la propia cabeza con la del ‘Maestro Mateo’ para, según la secular y bella tradición, recibir la “gracia” de su inteligencia y entendimiento.
Cuando, en torno a nuestra Redención, leemos en la ‘Epístola a los Efesios’ de San Pablo que “somos conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y de los Profetas”, entonces comprendemos cómo y cuánto se justifica la doctrina de tales palabras. Cristo es la figura dominante del ‘Pórtico’: casi tres metros de altura, sedente y enseñando las gloriosas llagas de sus manos. Como guardianes del Señor, los cuatro evangelistas, dos a cada lado, identificados por sus símbolos: Marcos, con el león; Lucas, con el toro; Juan, con el águila; Mateo aparece sin el niño. Si elevamos nuestros ojos hacia la parte inferior de este arco central, los ángeles portan instrumentos de la Pasión. Y en la parte superior, veinticuatro figuras sedentes que sostienen variados instrumentos musicales. Podemos identificarlos con los veinticuatro ancianos de los que expresa el ‘Apocalipsis’ de San Juan cómo se hallaban junto al trono celeste “vestidos con vestiduras blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas” (4,4 del texto sagrado). Resalta el ‘organistrum’ musical, con cuerdas y rueda dentada para pulsarlas. Las reducidas imágenes, debajo de ellos, que significan la multitud, simbolizan a los creyentes que ya han alcanzado el Cielo.
Las imágenes que contemplamos a la derecha son de Apóstoles. Si comenzamos por el interior, Pedro, Pablo, Santiago y su hermano Juan Evangelista. Las de la izquierda son de Profetas, manteniendo idéntico orden que en el caso de los Apóstoles: Moisés, Isaías, Daniel y Jeremías. Si dirigimos nuestra mirada a las bases de las columnas, veremos a los seres monstruosos, evocadores de aquellos híbridos guardianes de los palacios orientales de Asiria y Babilonia. Semejan querer representar el mundo de los vicios, aplastados por la Iglesia. Fijémonos en la faz de ese hombre que con sus manos abre la boca a dos leones, en el centro. ¿Acaso el Padre Celestial, el Supremo Hacedor del Universo? La Sagrada Biblia divide a la Humanidad en dos grandes grupos: los judíos, miembros del pueblo de Israel en el cual nació Cristo, y los gentiles.