Opinión

¿Réquiem por las Cumbres Iberoamericanas?

La distancia política y económica entre Europa y América parece ser la tónica de las Cumbres Iberoamericanas de los últimos años. En esta ocasión, la realizada en Cádiz certificó que Europa está sumida en la crisis mientras América Latina marca su propia agenda, sin interferencias ni dependencias europeas.
¿Réquiem por las Cumbres Iberoamericanas?

La distancia política y económica entre Europa y América parece ser la tónica de las Cumbres Iberoamericanas de los últimos años. En esta ocasión, la realizada en Cádiz certificó que Europa está sumida en la crisis mientras América Latina marca su propia agenda, sin interferencias ni dependencias europeas.
Con motivo del Bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812, cuya vigencia ejerció algún tipo de influencia en los procesos independentistas hispanoamericanos, esta XXII Cumbre Iberoamericana reflejó el distanciamiento entre ambos continentes. A tenor de su crecimiento económico, por vez primera, los países latinoamericanos acudían a la cita con vigoroso optimismo y sin aparentes conflictos internos, a diferencia de los países ibéricos, cuya posición pareció más bien expectante y a la defensiva. El ejemplo más significativo de esta trasposición fue la expresa petición del anfitrión Mariano Rajoy de animar a los países latinoamericanos a invertir en la zona Euro.
Con Brasil a la cabeza, América Latina está emergiendo en el sistema internacional, mostrando cifras de notable y vigoroso crecimiento económico, escenario que contrasta abiertamente con la situación en España y Portugal, deprimidas bajo un contexto de crisis, recesión y desempleo que anuncia etapas de enorme conflictividad social. Por tomar analogías no menos polémicas, la noción de la ‘década perdida’ latinoamericana de los años 1980 parece irónicamente trasladarse ahora al contexto ibérico y europeo.
Igual perspectiva parece enfocarse en la vigencia e impacto de las Cumbres Iberoamericanas. Con ausencias no menos notables y polémicas de líderes latinoamericanos, como son los casos del presidente venezolano Hugo Chávez Frías y de su homóloga argentina Cristina Fernández de Kirchner, la cita de Cádiz parece más bien reflejar un inédito cambio de percepción sobre estas cumbres: bajo el actual contexto de crisis, América Latina comienza a observar a estas cumbres con carácter altruista y pragmático, no como una necesidad imponderable. Su cometido parece enfocarse en preservar los vínculos históricos y culturales con España y Portugal, pero no depender absolutamente de ellos.
Tratamiento casi absolutamente diferente en el caso hispano y portugués, los cuales parecen calcular que estas cumbres pudieran suponer oportunidades inéditas de inversiones económicas por parte de las pujantes economías emergentes latinoamericanas (en especial de Brasil, México, Chile o Colombia) hacia la península ibérica. Si observamos la historia de estas cumbres desde su comienzo en 1991, puede que la cita de Cádiz fuera la primera ocasión en la cual España y Portugal se esforzaron en ‘atraer’ la necesaria atención de América Latina, rompiendo así la hasta ahora tradicional percepción contraria. De allí el marcado acento hacia las inversiones y el desarrollo ilustrados en el texto final de esta cumbre.
En ese sentido, la creación de un ‘Comité de Sabios’ en manos del chileno Ricardo Lagos, del uruguayo Enrique Iglesias y de la mexicana Patricia Espinosa, con la vocación de “refundar” e “impulsar” a la comunidad iberoamericana en los foros internacionales, especialmente en los de carácter económico, supone más un aspecto moral que efectivo. América Latina no parece necesitar de las Cumbres Iberoamericanas para afianzar sus demandas en foros como el G-20 y la OMC, por tomar algunos ejemplos.
La preponderancia de nuevas potencias como China, convirtiéndose en un primordial inversor externo en el espacio latinoamericano, sumido al marcado distanciamiento de la región con respecto a EE UU y a la proliferación de experiencias de integración autóctonas (Unasur, Celac, Mercosur, ALBA) ilustran que el momento latinoamericano se encamina hacia la conformación de una agenda propia de intereses, fortalezas y demandas. Más allá de su verdadero impacto y vigencia, puede que la reunión de Cádiz certifique un cambio de orientación geopolítica nunca antes visto en las cumbres iberoamericanas.