Tribuna abierta de David Casarejos

La variabilidad de los números, diferentes prismas y sardinas arrimadas a ascuas

Los números han pasado a ser algo abstracto, demasiado flexible y que no constata lo que sucede con la exactitud y objetividad a esperar de un mero guarismo.El juego internacional de presentar diferentes números para contabilizar la pandemia se ha hecho popular, y parece que es una carrera para ver quién es más original a la hora de ofrecernos una visión de los efectos de la pandemia, y de ser una fuente fiable, ahora estos números pasan a ser otra arma arrojadiza más, otro activo electoral o simplemente una forma alternativa de tratar de manipular la situación real.

La variabilidad de los números, diferentes prismas y sardinas arrimadas a ascuas
Casarejos
David Casarejos.

Los números han pasado a ser algo abstracto, demasiado flexible y que no constata lo que sucede con la exactitud y objetividad a esperar de un mero guarismo.

El juego internacional de presentar diferentes números para contabilizar la pandemia se ha hecho popular, y parece que es una carrera para ver quién es más original a la hora de ofrecernos una visión de los efectos de la pandemia, y de ser una fuente fiable, ahora estos números pasan a ser otra arma arrojadiza más, otro activo electoral o simplemente una forma alternativa de tratar de manipular la situación real.

El uso pernicioso de las cifras que se ofrecen, o que no se ofrecen en algunos sitios, levanta un muro de niebla que impide comparar peras con peras.

Rajoy nos decía aquello de “un vaso es un vaso y un plato es un plato”… parece obvio, pero en el caso de una cifra de miles de muertos en China son los mismos muertos que se tienen en Italia, Francia, EE UU o España? ¿Un número es un número?

La cifra exacta de muertos por Covid-19 parece que no interesa que se conozcan en Reino Unido, donde a diario busco actualizaciones y nunca hay nada claro, siempre cambian las maneras de calcular, y además en un país donde se saca pecho por el poder económico de Reino Unido como fuerza única, en el caso del coronavirus no dan datos conjuntos. A diferentes horas salen los datos de Inglaterra, y Gales, Escocia, y Eire… todo a cuentagotas y sin claridad de si usan la misma vara de medir.

Los números no aparecen en titulares ni se encuentran fácilmente gráficos comparativos de países, ya que si no sabes si vas peor que el vecino y vives en la ignorancia serás más feliz o te quejarás menos... pero quejarse menos que en Reino Unido ya os aviso que es misión imposible.

Lo que queda claro es quien va a la cabeza en número de casos y de muertos, doblete si, y esos son los EE UU, que igual te ganan unos juegos Olímpicos, que eligen a un presidente como Trump, que te aconseja nosequé de que te des rayos ultravioletas por debajo de la piel o que te inyectes desinfectante… sí, yo aún estoy asimilándolo días después.

Los números en EE UU ni les preocupan ni les hace pensar que esto va en serio. Ahí siguen con sus manifestaciones en las que llevan pancartas diciendo que se sacrifique a los “débiles”, y sin visos de que su máximo mandatario entre en razón, ahora que superan con creces los más de dos mil muertos diarios, y creciendo… más que en Vietnam.

En China los números, sabiendo lo que pasa en Europa, tampoco son creíbles.

Me acuerdo del meme de @norcoreano en twitter en el que bromeaba que nunca había más de un enfermo a la vez en Corea del Norte ya que según aparecían, minutos después iban “desapareciendo”… mucha broma, pero en países con reducida capacidad informativa, ¿esto distaría mucho de lo posible?

La pata que falta en este banco es la capacidad de la OMS en este momento de ponerse en su sitio y asegurarse que todos los países, primero conocen los procedimientos a llevar a cabo, cuándo y cómo, y ofrecen una fórmula uniforme para ser usada de manera global y que ayude a conocer mejor en qué estado está cada uno de los países, sin tener que entrar en valoraciones culturales, ambientales y esotéricas que expliquen cada caso… y luego que los gobiernos de los países sean los que decidan cómo engañar, tergiversar y edulcorar sus cuentas.

100 muertos en términos absolutos son 100 individuos, con sus 100 familias afectadas, y sus amigos.

100 muertos en términos relativos son demasiados en Madrid, pero son una hecatombe en Soria o Segovia, y en Nueva York estos 100 o incluso 500 muertos para Trump son fake news, nada, 0.

Cada país ahora compite por no ser el peor de la clase. Los muertos y las historias que dejarán detrás, con la pena de una muerte que podría haber sido evitada, y los vacíos que dejarán en muchas familias traerán consecuencias que no valdrán para nada si de esta no aprendemos.

Los números flexibles, abstractos, sin cara no hacen que las sociedades aprendan. La falta de compromiso por sacar una foto fija realista de la situación será un insulto para todos aquellos que no incorporemos en la cuenta final como víctimas del Covid-19 (o con Covid-19, como quieras).

Las consecuencias políticas y económicas no van a variar por mil muertos menos o más, pero sí pueden variar si hay transparencia y un plan de mejora que nos dé a los ciudadanos una seguridad de que, ante algo imparable y que nadie podía pronosticar con certeza, hemos aprendido y no volverá a pasar con los fallos previos.

Los políticos son nuestros representantes, y si no te gustan los cambias… o no… ya que seguiremos votando a piñón incluso a los que no valen y los sabemos… pero “¡gritan y se insultan tan bien!”.

Los ciudadanos españoles somos un número de casi 47 millones. Si seguimos votando y comportándonos igual, quizás con 44 millones haríamos lo mismo, o incluso si bajamos a 35 millones.

El número de ciudadanos como cantidad no mide más que gente respirando y comiendo, y no implica que sea una sociedad mejor o peor… esto se logra a través de la implicación de la gente en la sociedad, del cómo arrimas el hombro y funcionaría mejor si pudiéramos lograr ser tan disciplinados como los coreanos, o tan constantes como los alemanes, y quizás no tengamos que cambiar lo de ser buena gente y la creatividad, pero quizás sí sea tiempo ya de olvidarnos de la picaresca.

Quizás si gritáramos menos, nos quejáramos donde debemos y cuando toca, aplaudiéramos con los votos, y cada 1 de nosotros aportara y valiera más de lo que valemos, entonces y solo entonces, los 47 millones de españoles empujando, pensando y sumando un granito de arena, harían de España un país del que sentirnos mucho más orgullosos… sin necesidad de banderitas.  

David Casarejos Moya

Presidente del Consejo de Residentes Españoles del norte del Reino Unido, representante por este país en el Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior.