Una historia repetida

La emigración es un fenómeno que se repite constantemente a lo largo de la historia y en el primer capítulo del libro los autores recuerdan que, mientras lo han escrito, miles de personas han muerto en aguas del Mediterráneo intentando alcanzar las costas europeas. 

Aunque no son fenómenos comparables, aseguran que “la calamitosa pericia de los refugiados de hoy” recuerda “a la dramática historia de aquellos emigrantes que hace un siglo se embarcaban para América en busca de una mejor fortuna o simplemente de una oportunidad para vivir”. 

Rodríguez y Azcárate aseguran que el fenómeno de la emigración se puede observar desde muchas perspectivas y que ellos eligieron la de los inspectores en barco, “una ventaja estrecha para observar un fenómeno tan vasto” pero que permite ver aspectos tan diversos como la legislación de la emigración y su organización administrativa, el entramado de rutas marítimas, buques y compañías navieras, la acogida en los centros de inmigrantes y los avatares laborales en destino, así como todo la solidaridad y las dificultades de repatriación.

Al igual que actualmente, en torno a la necesidad de emigrar para buscar una vida mejor “pululaban toda una trama de intermediarios y estafadores: falsificadores de documentos, estraperlistas, funcionarios corruptos, descuideros de equipaje ajeno, posaderos desaprensivos, revendedores de billetes, reclutadores oficiales o reclutadores clandestinos o ‘ganchos’, presuntos agentes de viajes que se aprovechaban de la ingenuidad y la desesperación de los emigrantes”. 

Leopoldo D’ozouville en ‘La tutela del emigrante Español’ avisa de este fenómeno y advierte que, mientras al emigrante le queda dinero, los que califica de “vampiros de la emigración” se lo van recomendando unos a otros. “Ni aún cuando se halla en el vapor puede considerarse seguro, porque el último que, hasta el momento de embarcarse, le tuvo entre sus garras llama la atención a alguno de los de su calaña que se encuentra a bordo para que le saque con malas artes, lo que aún pueda quedarle”, y si no lo consigue durante la travesía, al bajar del barco procura conducirle a “alguna posada de mala reputación donde fácilmente pueda realizar sus criminales propósitos”.