Opinión

Los ‘trucos’ cinematográficos y la estela de los hermanos Lumière

“Se aplican también con éxito los trucos que ofrece la cámara oscura. La colocación de la máquina puede proporcionar uno muy ingenioso; dispuesto el operador en el techo y pintado en el suelo el decorado de una fachada, por ejemplo, podrá impresionarse el escalo de esta última sin que para el actor represente más esfuerzo que el de gatear por el pavimento en lugar de encaramarse verticalmente, que es la impresión que da al proyectar la cinta”, comenta el cinéfilo Jesús Basañez Arrese en su libro Rodolfo Valentino. En el 25º aniversario de su muerte, Bilbao, agosto de 1951.
Los ‘trucos’ cinematográficos y la estela de los hermanos Lumière

“Se aplican también con éxito los trucos que ofrece la cámara oscura. La colocación de la máquina puede proporcionar uno muy ingenioso; dispuesto el operador en el techo y pintado en el suelo el decorado de una fachada, por ejemplo, podrá impresionarse el escalo de esta última sin que para el actor represente más esfuerzo que el de gatear por el pavimento en lugar de encaramarse verticalmente, que es la impresión que da al proyectar la cinta”, comenta el cinéfilo Jesús Basañez Arrese en su libro Rodolfo Valentino. En el 25º aniversario de su muerte, Bilbao, agosto de 1951.

En cuanto a los acostumbrados ‘trucos’, recordemos aquellas escenas del mar que podían conseguirse fácilmente con un pequeño estanque cuya agua se mueve mediante electricidad, y con navíos en miniatura. Ya no digamos con las maquetas o reducciones de edificios, barcos o aviones, al tamaño de auténticos juguetes; no obstante con máxima meticulosidad en los pormenores, a fin de que el público no advierta la sustitución, cuando interese fotografiar el real y verdadero. Todo ello permite un sinnúmero de ‘trucos’ en aquellas películas en las cuales hay que simular naufragios, explosiones, incendios, al igual que derrumbamientos o choques de trenes.

“Durante la Segunda Guerra Mundial –señala Jesús Basañez–, para vencer la escasez de algunos materiales, hubo de emplearse sucedáneos cinematográficos. Así, la nieve, que se simulaba con las sustancias como amianto desmenuzado, granos de maíz y silicato de sosa”. Materiales que por esa época eran imprescindibles para la producción de municiones, por lo cual, aunque resulte paradójico, se sustituyó por la nieve auténtica. De tal modo que grandes barras de hielo se transforman en polvo, que –a través del escenario por enormes ventiladores– permite una excelente reproducción de una tormenta de nieve.

¿Y cómo la exigencia bélica no iba a torturar la mollera de casi todos los que cumplían sus afanes en la industria cinematográfica de Estados Unidos? Ésa es la razón por la que muchísimos inventos fueron creados por carpinteros y costureras, electricistas y directores. He ahí un claro paradigma de “ingenio colectivo”. Hollywood estuvo, así, realizando películas durante más de tres años sin materiales que anteriormente habría estimado indispensables. Desde que Estados Unidos entró en guerra, las escenas bélicas de los ‘films’ ¬–por muy realistas que parezcan– fueron llevadas a término sin echar mano de un grano de pólvora. “Un técnico de un estudio –nos recuerda el estudioso Basañez Arrese– ideó un sistema en el que se utiliza aire comprimido para las explosiones y polvo licopodio, una sustancia química no esencial, para el humo”.

Por estos días se evoca aquel año de 1895, cuando los hermanos Lumière construyeron el primer cinematógrafo, apoyándose en otros trabajos de sobresalientes hombres de ciencia, que fueron sus precursores, como el francés Marey y el norteamericano Heyl, sin olvidar a Tomás Edison con su invención del “kinetoscopio”, esto es, copia o reflejo del movimiento.