Opinión

El recorte y el sargento chusquero

En España es más fácil encontrar –aun siendo minoritario– un quijote enfrentado a un poderoso que un ciudadano con sentido de igualdad plena ante sus vecinos. Siempre hay que ser más o ser menos.
El recorte y el sargento chusquero
En España es más fácil encontrar –aun siendo minoritario– un quijote enfrentado a un poderoso que un ciudadano con sentido de igualdad plena ante sus vecinos. Siempre hay que ser más o ser menos. Es un sentido de la desigualdad que, en mi opinión, guarda relación con una historia secular de imperios españolistas venidos a menos, como si en lugar de formar parte un grupo de iguales, el español medio estuviese más cómodo metido en el eslabón de una cadena de mando como durante el franquismo: a los de abajo los machaca más allá de lo que se beneficie por ello y ante los de arriba se arrastra y se humilla más de lo preciso para obtener sus beneficios. Se trata de poseer o ser poseído antes que compartir. Llamémosle el síndrome del sargento chusquero, ese trepa que con la misma saliva escupe al recluta y lame las botas del coronel. El español medio es muy sensible al clasismo y, siempre que puede, se da aires de señor feudal exigiendo un café o se ridiculiza como un bufón ante un concejal de distrito, ensimismado ante el poder. Por eso los llamados recortes (innecesarios también desde el punto de vista económico) decretados por el PPSOE son más crueles en España que en el resto de Europa: porque la clase política dominante no tiene ningún reparo en engordar a Goldman Sachs aunque para ello hunda a millones de españoles y a sus propios votantes en la pobreza, la locura y la enfermedad. Lo importante es que aquellos que van quedando abajo, saciados por arriba, encuentren un recluta para saciarse por abajo.