Opinión

La plaza de O Obradoiro, el eje de Compostela

La plaza de O Obradoiro, el eje de Compostela

La escalera de la Catedral de Santiago de Compostela –diseñada a comienzos del siglo XVII por el arquitecto andaluz Ginés Martínez de Aranda– logra que la plaza de O Obradoiro no esté marcada y mirando hacia el Hospital, sino que quien traza el eje del hermoso espacio será el sublime templo, el cual nos señalará la jerarquía de los edificios que la circundan. “A escaleira devolve así el auténtico protagonismo, que na Praza tivo un tempo tamén o Hospital”, escribe Manuel Vilar Álvarez en su libro A Praza do Obradoiro, ‘Concello de Santiago’, Ediciones ‘A Nosa Terra’, 2005, en la colección ‘Arte na Pedra’.

Asimismo otro edificio que alcanzó a formar parte de la gran plaza, si bien ahora queda fuera de ella, es la iglesia de San Froitoso, antiguamente denominada “de las Angustias”, cuyo artífice fue Lucas Ferrol Caaveiro, en la época en que aún no estaba construido el Pazo de Raxoi. Su función era servir de cierre occidental de la espaciosa plaza. Ello implicó en su construcción que la fachada se llevase a cabo para ser contemplada desde un lugar elevado, tal como eran la plaza o la terraza del Hospital. He ahí por qué los detalles –al contrario de lo común en las fachadas– se hallan en la parte superior, al quedar ésta más cercana al ojo del espectador.

“Una vez configurado e achandado o espazo –nos recuerda el historiador Manuel Vilar Álvarez– esta vai ser o lugar onde se celebren espectáculos e se reciban con solemnidade ós persoeiros reais ou eclesiásticos, como os bispos cando viñan tomar posesión da diocese”. ¡Oh el recibimiento a Felipe el Hermoso en 1507! Ya con la plaza en mayor o menor grado configurada, incluso se celebraron “días de toros” en honor de Felipe II, quien los contempló desde una de las ventanas del Hospital Real. Desde esta plaza de O Obradoiro el cortejo accedía a la Catedral, presidido por los delegados del rey, a fin de presentar la “Ofrenda Real”: solemne ceremonia instituida por Felipe IV durante el siglo XVII.

En esta misma inmarcesible plaza de O Obradoiro también finalizaba la canónica “Procesión del Corpus”. ¿Y cómo no? Se quemaba el “castillo de fuegos” en la víspera del 25 de julio: un espectáculo cuya significación alude a una de las imágenes del Apóstol Santiago, hijo del Zebedeo: el “Hijo del Trueno”. Gran fiesta popular y apoteósica que continúa su tradición hasta hoy en día, por más que la “queima dos fogos” va dejando paso al espectáculo “de luz y sonido”.

Ahora bien, el espacio propio de la plaza de O Obradoiro no se mantuvo siempre igual. Existe una fotografía del siglo XIX en la que podemos comprobar cómo aparece con faroles de aceite en el medio; pero, a comienzos del siglo XX, las farolas desaparecen y el que se sitúa “no medio e medio” de la plaza es la estatua de Montero Ríos, un político influyente, mostrando todo su poder y con los ojos puestos en los cuatro edificios que no eran sino símbolos de la ciudad: la iglesia, la enseñanza, la sanidad y la política.