Retornada y emprendedora, tiene una tienda de decoración en A Coruña

Kathleen McGinley: “No sabía nada de las ayudas cuando me vine de Australia, pero me enteré a tiempo y las pedí”

Retornados a Galicia los hay procedentes de todas partes del mundo. Hasta de la misma Australia. Desde este exótico país llegó de nuevo a A Coruña hace algo más de un año Kathleen Margaret McGinley Rodríguez-Sabio, hija de australiano y gallega, que lo hizo acompañada por su marido y sus dos hijos para disfrutar de la familia que tiene en la ciudad herculina, del estilo de vida gallego y del calor de sus gentes.
Kathleen McGinley: “No sabía nada de las ayudas cuando me vine de Australia, pero me enteré a tiempo y las pedí”
Con Miranda
Kathleen McGinley, con su marido y su hija, junto a Antonio Rodríguez Miranda, durante una visita del secretario xeral a la tienda que regenta en A Coruña.

Retornados a Galicia los hay procedentes de todas partes del mundo. Hasta de la misma Australia, el país más extenso de cuantos forman parte del continente oceánico y del que le separan alrededor de 17.000 kilómetros (casi un día entero en avión). Desde este exótico país llegó de nuevo a A Coruña hace algo más de un año Kathleen Margaret McGinley Rodríguez-Sabio, hija de australiano y gallega, que lo hizo acompañada por su marido y sus dos hijos para disfrutar de la familia que tiene en la ciudad herculina, del estilo de vida gallego y del calor de sus gentes.

Los motivos económicos no estuvieron en el origen de su marcha ni su regreso a A Coruña obedece a falta de perspectiva laboral en Australia. Kathleen Margaret McGinley Rodríguez-Sabio se fue sin terminar sus estudios de Biología a Melbourne, atraída por los relatos de su padre –un australiano con espíritu viajero, que se quedó prendado de A Coruña–, y a sus 45 años está de vuelta en la ciudad que la vio nacer, porque es ahí donde tiene a su familia, a sus amigos y porque tanto a ella como a su esposo les gusta socializar y viajar a las principales capitales de Europa, principalmente, a Londres, de donde él es originario.

Kathleen se fue en 2001 a Australia con sus conocimientos de inglés –“Soy bilingüe”, dice– y pudo encontrar trabajo con facilidad. Se ocupó en una empresa dedicada a organizar vacaciones de tiempo compartido. Su función consistió en actuar como manager tratando de conseguir nuevos socios para el club. “Fue una aventura en todos los aspectos”, comenta.

En 2019, llegó de nuevo a A Coruña para establecerse con su marido y sus dos hijos, y con un proyecto emprendedor a sus espaldas que, en estos tiempos de pandemia, ha visto un poco mermadas sus expectativas, pero que no duda en que saldrá adelante. Para ello, cuenta con la experiencia que le proporcionó su actividad emprendedora en Australia en un momento en que la crisis económica de principios de este siglo comenzaba a despuntar. 

Y es que, en un país de gente emprendedora como es Australia, una gallega no podía menos que aventurarse en sacar adelante también su propio negocio. Y a ello se puso. En 2008, montó una tienda de decoración al sur de Melbourne, que, precisamente por el condicionante de la crisis, “tardó en arrancar”, pero que con el tiempo consiguió despegar, y les fue “bastante bien”, asegura.

La iniciativa la repite ahora en A Coruña, donde cuenta con una tienda de decoración en el centro de la ciudad que ofrece al cliente productos típicos de Australia.

“A la gente le parece bien el tema exótico y los productos hechos con cosas ecológicas de allá”, dice, y añade: “También pintamos muebles con pintura ecológica”.

Kathleen Margaret desconocía que la Xunta de Galicia, a través de la Secretaría Xeral de Emigración, contempla la concesión de ayudas para los emigrantes retornados con espíritu emprendedor, pero una vez en A Coruña tuvo conocimiento de ello y se decidió a pedirlas. “Me enteré a tiempo de las ayudas, me enviaron enlaces de la Xunta y nos decidimos a pedirlas”, dice. Se le concedieron 6.000 euros para emprender el negocio y la cantidad le vino al pelo, sobre todo por los efectos del Covid-19, que se está dejando sentir en sectores como la hostelería y en el pequeño comercio. 

“Con lo del Covid, el negocio no va tan bien, han bajado las ventas mucho; se ve mucha menos gente en la calle y la gente no está comprando” tanto como antes, se lamenta.

Pero la tienda parece que va tirando y para el sustento familiar, además de la ayuda de 3.400 euros que le proporcionó igualmente el Gobierno gallego, cuenta también con la aportación de su esposo que, gracias a las nuevas tecnologías, maneja su trabajo desde A Coruña. Lo suyo es gestionar subvenciones del Gobierno australiano para la formación de empresas. Y “todo lo hace desde aquí”, apostilla Kathleen, desde A Coruña, ciudad, por otra parte, mucho más a tiro de piedra de sus ambiciones viajeras por la vieja Europa que el continente oceánico, y que, por la calidez de sus gentes –de lo que pudieron percatarse en cada viaje de vacaciones a Galicia–, la hacen atractiva más que de sobra a la hora de plantearse el retorno.

“La vida en A Corñua nos encanta, porque nos encanta ser sociables con la gente. Nos encanta el clima y el poder ir a todas partes desde aquí”, dice esta mujer, que contrasta el estilo de vida de Galicia con el del que fue su país de acogida durante años. “Nos encanta la cultura, la arquitectura, la forma de relacionarse –prosigue–. Aquí hay más ambiente, parques en las ciudades. La gente es de quedar mucho con amigos...”. Y eso, en Australia parece que no se da tanto, porque es un país muy extenso, la población está más desperdigada, hace mucho calor, un calor “horrible”, y no se puede ir con los niños al parque, a no ser que uno se proponga salir con ellos a las nueve de la mañana, comenta.

Por el contrario, también adolece de atractivos suficientes para despertar fascinación en una joven que quiso comprobar por sí misma las verdades de un padre que, allá por los años 60, en uno de sus múltiples viajes por el mundo, se acercó a la costa gallega y se enamoró de A Coruña. Y “se quedó”. Se quedó para siempre en esta ciudad del noroeste penincular como ella se quedó años después en Australia “encantada” por las maravillas que ofrece ese país. Maravillas en el paisaje y también por las oportunidades que atesora, porque, en Australia, como sucede en otras muchas partes del mundo, los jóvenes quieren emprender y hacer negocios. Tanto es así que en Australia “hay muchos más autónomos que en España”. Proliferan los negocios y se incentivan las actividades personales. “Los jardineros se forran y los trabajos manuales se cotizan mucho, incluso los mensajeros pueden ganar más que un médico”, dice. También la construcción ofrece posibilidades laborales, ya que, “se trata de un país con 200 años de antigüedad que se está expandiendo muy rápido”.

Pero con los años, todo se asienta y aunque le gustaría volver a Australia de vacaciones, hoy en día, su idea “es quedarse a vivir en A Coruña,” donde los niños “están muy contentos. Han tenido que adaptarse al español, pero a nivel escolar les gusta aprender”, asegura.

Echa de menos, eso sí, la eficacia de su país de acogida, donde la gente se ocupa de ocho de la mañana a cinco de la tarde y “son más eficaces a la hora de hacer el trabajo”, pero reconoce que en España “se está mejorando” en este respecto.

Sobre el retorno de los que están fuera, se inclina porque “cada uno haga lo que le dice su corazón”, porque cada caso es un mundo, en el suyo, se mudaron “por la familia, los amigos y el estilo de vida”.