Experimentado diplomático dio un salto cualitativo al Consulado en La Habana

Juan José Santos: “Siempre ha sido prioritario formar una familia con mi equipo humano. Conectarlos a mis locuras bonitas”

El experimentado diplomático Juan José Santos Aguado fue cónsul general de España en La Habana entre agosto de 1986 y julio de 1989, periodo en el que dio un salto cualitativo al Consulado General de La Habana. Tuve la oportunidad de conocerlo gracias a nuestro amigo en común, el desaparecido Juan Francisco González, presidente de la Sociedad Rosalía de Castro en La Habana.

Juan José Santos: “Siempre ha sido prioritario formar una familia con mi equipo humano. Conectarlos a mis locuras bonitas”
Santos Aguado y Alicia Alonso
La primerísima bailarina del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso, bailando con el cónsul general de España en La Habana Juan José Santos.

El experimentado diplomático Juan José Santos Aguado fue cónsul general de España en La Habana entre agosto de 1986 y julio de 1989, periodo en el que dio un salto cualitativo al Consulado General de La Habana. Tuve la oportunidad de conocerlo gracias a nuestro amigo en común, el desaparecido Juan Francisco González, presidente de la Sociedad Rosalía de Castro en La Habana.

El embajador Juan José Santos Aguado nació el 16 de abril de 1943 en Zamora, es licenciado en Derecho y en Ciencias Empresariales (ICADE-E3) en la Universidad Católica de los Jesuitas de Madrid, y, después de varios años en una multinacional, ingresó en 1974 en la carrera diplomática. Ha estado destinado en las representaciones diplomáticas españolas en la Unión Soviética, Yugoslavia, Estados Unidos, Cuba, Bélgica y Japón. Fue subdirector de la Escuela Diplomática de Madrid y cónsul general de España en São Paulo y Marruecos; y embajador para el Desarme, jefe de la Delegación Española ante la Primera Comisión de las Asambleas Generales de la ONU en 2001 y 2002.  Como docente e investigador fue "Faculty Fellow" 1982/83 en la Universidad de Harvard y en la National Defense University (NDU) en Washington DC. Como él dice, “compraba” argumentario para la entrada plena de España en la OTAN y “vendía” la Transición de España a la Democracia. En consecuencia, posteriormente fue subdirector de la Escuela Diplomática. Sus últimos años en diplomacia, se concentraron en el mundo islámico: Arabia Saudita, Marruecos, Egipto y Qatar. Para volver al sector privado abandonó el Servicio Exterior (con la categoría vitalicia de ‘Embajador de España’) en 2011 en Qatar, donde permaneció hasta 2014, reiniciando la trayectoria empresarial de sus orígenes.

Actualmente divide su tiempo entre Brasil y España.

Pregunta. ¿Por qué escogió la carrera diplomática?

Respuesta. Buena pregunta. Al terminar ICADE E-3 en 1969 trabajé en la División Financiera de la multinacional sueca SKF durante 3 años. Pero me atraía mucho más el Servicio Público. Y vi en la carrera diplomática el ideal: además podría hacerlo viviendo en diferentes culturas, en los escenarios de las novelas que había leído en mi adolescencia en León.

P. ¿Cuéntenos esos inicios del Consulado de España en La Habana?

R. Cuando llegué, en 1986, no existía Consulado General como misión diferenciada de la Embajada. Por inercia, desde el incidente Lojendio en 1960, mis antecesores estaban acreditados como encargados de la Sección Consular de la Embajada. Y la ‘Carta Patente’ (aceptada por el Exequatur), lo mismo que la ‘Carta Credencial’ del embajador (aceptada por el plácet), está firmada por el Rey y ni siquiera se presentaba. Yo rompí con esa inercia que producía un ‘statu quo’ muy desdibujado para el Consulado General.

Y aprovechando las obras de reparación de la Embajada hice una separación clara con entrada independiente por la calle Cárcel. No es bueno romper el ‘statu quo’ que está en equilibrio. Hubo tensiones. Pero me ayudó mucho la entonces directora general de Relaciones Consulares Minrex, Dra. Olga Miranda, una extraordinaria profesional, y con un valor humano entrañable.

P. ¿Qué anécdotas guarda de esa etapa en Cuba?

R. Con mucha gracia hace unos años en Tokio coincidí con el embajador de la República de Cuba, y tuvimos una larga conversación que resumió lo que pensaron de mí como cónsul general de España en La Habana: ‘En principio pensábamos que estabas loco; por esas iniciativas constantes por la cultura de España en Cuba… que no parabas’.

P. Usted fue el verdadero impulsor de las actividades de la colectividad española en La Habana. Nos gustaría conocer todas esas iniciativas.

R. No pasamos más de 3 años en un puesto. Y siempre tuve como principio el ‘añadir valor’, concepto usado en la empresa privada. Y hacía un ‘balance de apertura’ sobre cómo estaban las cosas cuando llegaba y cómo yo las dejaba en un ‘balance de cierre’.  Gracias a la ayuda que, después del ‘calvario’ del primer año, recibí creo que hice un buen balance de cierre. E, invocando la necesidad de conectar a la comunidad española con España, me metí en la cultura porque en aquel entonces no había consejero cultural.

• La representación institucional:

Dejé una Cancillería Consular separada; un Consulado General como unidad diferente de la Embajada; una residencia del cónsul general en la que han vivido mis 11 sucesores; celebrábamos en ella la onomástica del Rey el 24 de junio recibiendo a unas 600 personas; y, muy importante... el día 24 de julio de 1989 iluminé la Cancillería de la Embajada. No pensé que aguantaría hasta hoy.

• La Promoción de intereses: usé la herramienta cultural de atención a la comunidad española para hacer ‘diplomacia pública’. Poner a España en el mapa más alto de las Sociedades Españolas (no había más de 4 o 5) al público del Ballet y de ahí, vía TV, a la más amplia audiencia.

• La protección y ayuda a los nacionales, tanto individualmente como agrupados en centros, clubes, colegios, fundaciones, etc.

Ayudas individuales: conseguí que las ‘pensiones no contributivas’ que venían percibiendo unos 600 hispano-cubanos las percibiesen en dólares. Creo que eran unos 90 USD al mes. Como eran cubanos y no podían manejar divisas (no es como ahora) compré a la Oficina de Intereses de los Estados Unidos dos grandes camiones, que salieron a concurso; sino me falla la memoria salieron ambos por unos 700 USD, y tanto Juliá como Téllez, los chóferes del Consulado compraban a mis compatriotas en la ‘diplotienda’ de la cadena CUBALSE, coñac Fundador, turrones, etc.

En cuanto a la comunidad agrupada en los Centros, pudimos celebrar las misas de Navidad en una época que no era la actual, recuerdo la penúltima, en la Iglesia de Reina de los Jesuitas, cuando vi que estábamos desbordados por la ansiedad de los viejos españoles de probar el turrón, me prometí a mí mismo que no pararía hasta que ellos mismos pudiesen comprarlo. Y allí apreté el acelerador. Me remito a lo anterior: pensiones en divisas.

La Romería en 1988 en la ‘Ermita de los Catalanes’, ubicada en el kilómetro 8 ½ de la avenida de Rancho Boyeros, donde se hicieron los tres componentes de una Romería: religiosa (ofició misa celebrada por monseñor Jaime Ortega); gastronómica (teniendo que dar de desayunar y merendar a unas 1.500 personas), y folclórico cultural, pudimos celebrarla nuevamente en 1989, oficiada por el Nuncio Monseñor Faustino Sáenz Muñoz, a la que asistieron cerca de 4.000 personas, la parte cultural se añadió en Tropicana.

Festival ‘La Huella de España’: el padre Juan Martin de Nicolás Cabo, decano del ICADE que se convirtió en una especie de ‘hermano mayor’ mío, nos decía en sus clases que “quien creaba algo debía de garantizar que esto continuase por sí mismo”. Es decir, “hacerse sustituible, no insustituible”.

Puse en marcha el proyecto el 29 de diciembre de 1988 que no existía, y el 4 de febrero de 1989 (a 40 días del primer contacto) se inauguraba, muy modestamente, el Festival La Huella de España, que fue ‘In crescendo’ hasta con un cierre con Alicia Alonso bailando a sus casi 70 años. Y desde la Cabaña, mientras sonaban los himnos nacionales, acompañando con salvas de cañón.

A los 10 días de empezar dije que sacasen el máximo de fotos de esas actuaciones y con ellas esas iconografías se realizó en el Ballet, un pequeño libro financiado por el Ministerio de Cultura de España y el V Centenario. Gracias al mismo me hice ‘sustituible’… se ha mantenido durante 30 años.

Tenía sentido entonces (me lo inspiró Luis Carbonell con su balada de los ‘2 abuelos de Guillen’). O se mejora y se le da un contenido nuevo, o se cancela.

• La información: no es función consular en las capitales del país cuando existe una Embajada. Además, nunca perdí mucho tiempo en ello en los destinos donde estuve.

Y cómo estaban para conseguir esos objetivos:

Los medios humanos (motivación, entrega, etc.) y para mí siempre que he sido jefe de Misión, consular o diplomática, ha sido prioritario formar una ‘familia’ con mi equipo humano. Entusiasmarlos y conectarlos a mis ‘locuras bonitas’. Me lo ratificó mi trabajo en Moscú con José Antonio Samaranch, posteriormente presidente del Comité Olímpico Internacional. Siempre fui un enamorado de ‘delegar’ y apoyar al que toma iniciativas... y se equivoca. Que se sintiesen protegidos.

Y me di cuenta de que el equipo humano en el Consulado tenía un potencial inexplorado: Consuelo, Pedro, Celestino, Andrea, Agustín, etc., gente de primera. Solo faltaba entusiasmarlos. Y su entrega fue total. Me emociono cuando les recuerdo.

Los medios materiales (edificios de Cancillería, Residencia, medios transporte, etc.). Como estuve sobre todo en lugares ‘exóticos’ de trinchera, no prioritarios en la época no democrática, siempre me encontré con Cancillerías deplorables. Para mí, hoy las cuatro funciones diplomáticas mencionadas antes han de tener lugar en las cancillerías, no en las residencias.

Por eso para mí esa presencia física, inmobiliaria, institucional, ha de trasladar dignamente la imagen de España. O sea que he hecho mucha ‘diplomacia y ladrillos’: Moscú (Cancillería en Guertsena), La Habana (Cancillería y Residencia Consular), Bruselas (Compra antigua Nunciatura para Instituto Cervantes), Tokio (macroproyecto ‘land trust agreement’), São Paulo (Residência Consular y frustración por Cancillería, gracias a Dios hecha por mi sucesor, el embajador José Antonio San Gil, que presentó dimisión en Cuba y amigo entrañable, aunque pensemos diferente políticamente), Marruecos (Cancillería).

P. Háblenos acerca de ‘La Huella de España’ en La Habana.

R. En síntesis, la verdad es que su rápida gestación da para un guion de cine. No creo que tenga que añadir más a lo dicho antes. Fue un proyecto para hacer revivir esa añoranza por España de tantos emigrantes españoles en Cuba, así como sus descendientes cubanos.

P. Alicia Alonso y Santos Aguado.

R. Fue una amistad maravillosa. Incluso había rumores de que entre ella y yo había algo más. Todo comenzó por un acuerdo de intereses... y se transformó en una profunda relación de amistad personal con ella y con Pedro Simón, su esposo.

Intereses: yo tenía, gracias a Juan Chozas (Consejero Laboral con residencia en México DC), fondos para usar de la manera en que, como gestor in situ en La Habana, como mejor considerase oportuno para optimizar, multidimensionalmente, su uso. Nadábamos en una cierta holgura, gracias al Instituto Español de Emigración (IEE).

Sobre esa base hago un acuerdo verbal, con Alicia: ‘Usted con sus recursos (Ballet, Compañía de Zarzuela Amadeo Vives, Opera Nacional de Cuba) me presenta repertorio para mi colectividad española (Danza española: Olga Bustamante) o zarzuela española (Aldo Lario) y usted me pasa unas facturas por caché’.

Ella me dice que no puede manejar independientemente la divisa. Entonces le digo ‘bartering’. Usted me dice lo que necesita para el ballet (vestuario); teatro (Equipos sonido); etc. y yo le traigo lo mejor de lo mejor de España. Así funcionamos ‘por libre’. Me representó cuatro zarzuelas en un año. La Comunidad española se preguntaba: ¿y este milagro? 

Yo la invitaba a comer muchas veces porque le encantaba la paella e incluso le tocaba la pandereta (como un ex-tuno). Y le cantaba.

‘La Huella de España’ la parí yo, pero nunca hubiese podido hacerse sin su apoyo incondicional. Y me fue leal durante 30 años insistiendo en que se mencionase mi nombre en la apertura. Año tras año.

Luego nos encontrábamos en las giras del Ballet: en Madrid, en París, en las Pirámides de El Cairo...  

Incluso organicé un encuentro entre ella, Pedro y la gran mezzosoprano española Teresa Berganza en ‘El Tirolés’, en San Lorenzo del Escorial. Allí quedaron a propuesta de Teresa en hacer una Ópera-Ballet del siglo XVIII francesa, de Rameau (Les Indes Galantes) o Lully. Teresa prepararía a los cantantes, estando dos meses en La Habana, y Alicia, el Ballet. No pudo ser, pero espero poder hacerlo en su memoria en algún momento.

Corrida de toros: Animado por la buena voluntad y el éxito de ‘La Huella de España’, amplificado por la entrevista que Hilda Rabilero me hizo en su programa ‘Contactos’, en 1989, le propuse a Alicia montar una corrida de toros en Cuba. Me puse en marcha… y comencé a contarle cómo maduraba el proyecto con la Plaza de las Ventas de Madrid, Venezuela, etc. Hicimos tres cenas y a la tercera, me dijo: ‘Santos, usted ya sabe que le oigo todo con interés todas sus iniciativas, pero tengo que decirle que soy la presidenta de la Sociedad Protectora de Animales de Cuba’. Yo creo que se divertía con mis ‘locuras bonitas’.

P. ¿Qué personalidades de la sociedad civil cubana guarda en el recuerdo?

R. Alicia Alonso, el doctor Eusebio Leal: personaje admirable. Tuvimos al comienzo nuestros desencuentros, pero luego, con la repercusión de ‘La Huella de España’, se hizo incondicional de mis esfuerzos. Recuerdo una anécdota. Me hizo el honor de dedicarme el cañonazo de las 21 el día 29/07/89. Solo lo reservaba a los embajadores, y yo era cónsul general. Estaba también el embajador de la Unesco en su despedida. Cuando termina el cañonazo hago un aparte y le digo que vea cómo estamos abriéndole camino en su labor de restaurar La Habana Vieja siendo la Cancillería el primer edificio iluminado. Su primera reacción: ‘qué bonito’.

Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, persona entrañable e increíble. Fue un gran amigo. Personal y funcionalmente, Jaime Ortega y Alamino. No tuve un buen comienzo con él y luego se convirtió en un gran amigo.

Lo había encontrado en algún evento, pero coincido con él el 13 de julio en una cena del embajador de España, Antonio Serrano de Haro, con motivo de la boda de su hija. Y el embajador tiene el detalle de ponerme como copresidente de la mesa: él en un extremo y yo en otro. A mi derecha, el director Minrex de Relaciones con Europa, Fernando Flores Ibarra, y a su lado monseñor Ortega muy callado. Se encontraba Jesús Montané Oropesa Cmdt.

P. ¿Qué destino recuerda especialmente?

R. Tokio, Moscú, Cuba y Bruselas.