El presidente de Xeitosiñas dice que hay que seguir avanzando en los derechos

José Gil Doval asegura que la Medalla del Parlamento “fue un reconocimiento histórico a la emigración”

El presidente de la Asociación Cultural ASC ‘Xeitosiñas’, José Gil Doval, asegura que la entrega de la Medalla del Parlamento a la Comisión Delegada del Consello de Comunidades Galegas “fue un reconocimiento histórico a la emigración”. Según explica, Galicia y España “están en deuda con la emigración porque nosotros mandamos mucho dinero” que permitió el progreso en muchos aspectos y a cambio “solo pedimos un poco de amor”.

José Gil Doval asegura que la Medalla del Parlamento “fue un reconocimiento histórico a la emigración”
Gil Doval. Suiza
Gil Doval, durante la reunión de la Comisión Delegada del Consello de Comunidades Galegas.

El presidente de la Asociación Cultural ASC ‘Xeitosiñas’, José Gil Doval, asegura que la entrega de la Medalla del Parlamento a la Comisión Delegada del Consello de Comunidades Galegas “fue un reconocimiento histórico a la emigración”. Según explica, Galicia y España “están en deuda con la emigración porque nosotros mandamos mucho dinero” que permitió el progreso en muchos aspectos y a cambio “solo pedimos un poco de amor”.

Gil Doval destaca la sensibilidad del presidente del Parlamento, Miguel Santalices, quien “demostró su amor de ourensano por la ‘galeguidade’ porque la propuesta de la Medalla nace de él”.

Para el presidente de ‘Xeitosiñas’, este es un “gran reconocimiento”, que el día 12 va a compartir con el resto de la colectividad en Suiza, “pero hay que seguir avanzando en derechos de los emigrantes de todo tipo: derechos fiscales, voto y convalidaciones de títulos, entre otros”.

Tras recibir la Medalla del Parlamento, Gil Doval explica que los emigrantes cuando llegan “al punto de destino, miramos siempre hacia atrás y nunca perdemos la mirada de Galicia” y de ahí viene esa morriña tan grande de la colectividad.

“Lo nuestro –asegura– siempre fue morriña, la morriña es el amor de la familia, el hogar, el compartir, no son ni las piedras, ni los tojos, ni las acacias, que también. Son aquellas lágrimas que nuestras madres derramaban cuando nos despedían llorando”.

Siendo muy joven, José Gil tuvo que emigrar y tras estar en diferentes lugares se afincó en Suiza, donde formó una familia. “Allí, en mi cabeza sólo había una idea: hacer una casa y retornar, pero los hijos crecían. Mi hija entra en fase universitaria y decidimos que no nos marchábamos”. “También tengo dos nietos y están locos por Galicia y por venir a Arbo. Ellos viven en el seno de una familia gallega, hablan gallego, comen como gallegos, van al Centro, bailan muiñeira y tocan instrumentos”, asegura orgulloso.