Opinión

Españoles: Franco (no) ha muerto. (II)

Españoles: Franco (no) ha muerto. (II)

Tal vez el error más común de los últimos años en el Estado español por parte de cierta ‘progresía’ fue el de verse en el espejo de Alemania con respecto al legado muerto de la dictadura nazi comparándola con la dictadura franquista y su legado vivo.

Los alemanes perdieron una guerra contra un enemigo extranjero, mientras que los españoles, franquistas, la ganaron contra un ‘enemigo’ nacional. En Alemania, país derrotado y ocupado por fuerzas extranjeras, se prohibió cualquier tipo de apología o revisionismo del pasado nazi. Es decir, en Alemania hubo una ruptura entre los nazis y la Alemania que hoy conocemos, mientras en el Estado español no hubo ruptura, porque no hubo derrota, sino una transición desde una cosa llamada dictadura hacía otra llamada democracia, pero dirigida desde la misma dictadura y con los miembros de esa misma dictadura haciéndose leyes a medida.

No se puede varias décadas más tarde rasgarse las vestiduras y darse cuenta que Franco sigue vivo desde la cabeza del Estado, la monarquía instaurada por él con un príncipe-rey a su gusto y medida, hasta una serie de leyes y símbolos que en poco variaron desde la judicatura, el ejército y los dos principales partidos políticos: su herencia y omnipresencia.

Ahora es tarde, no hay una legitimidad por parte del partido en el gobierno, PSOE, a alzar la voz ante un adefesio histórico: la transición y los privilegios de aquellos que la transitaron.

Tal vez a título personal Pedro Sánchez opte por acabar con esta pesada losa, pero la principal carga la encabeza el rey de los españoles y su poco legítimo estatus. El ejército español, hace un par de semanas, acaba de ponerse del lado de Franco al considerarlo un gran militar y negarse a la que llaman ‘fiebre revisionista’.  Hitler también lo fue, un gran militar, por lo menos entre 1939 y 1943, es más, fue condecorado por su valor en la I guerra mundial, pero dudo que ningún militar alemán se atreva a decirlo. Y esa es la gran diferencia entre una transición y una derrota.