Opinión

EE UU elige

Las elecciones presidenciales estadounidenses pautadas para el próximo 6 de noviembre dirimirán si en realidad Estados Unidos (EE UU) sigue siendo la superpotencia global o bien comienza a observarse un paulatino (y aún lento) declive.

Las elecciones presidenciales estadounidenses pautadas para el próximo 6 de noviembre dirimirán si en realidad Estados Unidos (EE UU) sigue siendo la superpotencia global o bien comienza a observarse un paulatino (y aún lento) declive. Bajo el duro contexto de la crisis económica, estos comicios certificarán al mismo tiempo si el actual presidente y candidato del partido Demócrata, Barack Obama, alcanzará una complicada reelección o bien se observará en la Casa Blanca un cambio de poder, con el retorno del partido Republicano a través de su candidato Mitt Rowney.
Con las encuestas de voto casi igualadas, y si observamos la campaña electoral y los sendos debates realizados entre Obama y Rowney, se nota una abierta polarización que puede resultar en un foco de conflicto social y político para futuros tiempos en EE UU.
La razón va más allá de los programas electorales y las tendencias políticas sino que más bien se enfoca en la configuración sociológica del ‘nuevo’ EE UU, en especial ante la paulatina pérdida de poder demográfico y político por parte de las tradicionales elites blancas a favor del ascenso de la inmigración hispana, así como de la fuerte presencia racial de las comunidades negras, que siguen observando a Obama como un baluarte de sus demandas. Mucho tiene que decir hasta qué punto la extrema derecha del Tea Party puede configurar aún más esa polarización, principalmente desde los sectores republicanos y las elites blancas temerosas de perder su poder hasta ahora hegemónico.
Si bien la crisis económica domina estas elecciones, otros aspectos serán relevantes, en especial el papel del Gobierno y del Estado, principalmente en materia de seguridad social en un país de fuerte arraigo privatizador y consumista. Obama sigue defendiendo un programa progresista de asistencia social mientras la crisis y el déficit público son las mejores excusas para que las elites neoliberales detrás de Rowney sigan presionando por la privatización. Así, la vieja dicotomía entre lo público y privado cobra intensidad inusitada en el debate político y electoral estadounidense.
Ya en el plano de la política exterior, tema vital en todas las elecciones estadounidenses, ni Obama ni Rowney saben cómo manejar este presumible declive de la hegemonía de Washington, en especial ante la pujanza de China y Asia como futuro epicentro del poder global. El temor a China se justifica por su creciente peso como acreedor de los bonos de deuda estadounidense.
La ausencia notoria de América Latina y de Europa en el debate electoral, en detrimento de China, Oriente Próximo y quizás Rusia, certifica esta especie de vacío conceptual sobre la política exterior para el próximo gobierno en la Casa Blanca. Está por ver si Obama seguirá apostando por una visión menos unilateral pero su actual período presidencial identifica las presiones de las elites de poder por mantener la visión de la ‘línea dura’. Una visión plenamente certificada por Rowney, con quien volverían a la Casa Blanca y al Pentágono los polémicos ‘halcones’ y los ‘neoconservadores’ de la era Bush.
El próximo 6 de noviembre, EE UU elige pero al parecer será la polarización el verdadero factor que identifique el futuro del país.