Opinión

De Mas a menos

Una lectura sucinta de las elecciones autonómicas catalanas realizadas el pasado 25 de noviembre da a entender que, a todas luces, el panorama político en Catalunya no varía sustancialmente con respecto a los comicios de 2010: el soberanismo político sigue siendo mayoritario, pero atenazado en diversos matices y pluralismos.Como todo proceso post-electoral, los análisis se concentran inicialmente en la dinámica de ganadores y vencedores.

Una lectura sucinta de las elecciones autonómicas catalanas realizadas el pasado 25 de noviembre da a entender que, a todas luces, el panorama político en Catalunya no varía sustancialmente con respecto a los comicios de 2010: el soberanismo político sigue siendo mayoritario, pero atenazado en diversos matices y pluralismos.
Como todo proceso post-electoral, los análisis se concentran inicialmente en la dinámica de ganadores y vencedores. Pero las elecciones catalanas del 25/N reflejan un escenario tan atomizado y fragmentado, que hablar de vencedores y derrotados supone un ejercicio incompleto y hasta erróneo.
Es obvio que el principal derrotado es el actual presidente de la Generalitat, Artur Mas, por ver frenado su súbito y no menos incierto proyecto soberanista de referendo independentista a través de un inesperado adelanto electoral que sonaba a oportunismo político. Sin mayoría absoluta para impulsar el referendo, esta derrota es menos amarga tomando en cuenta que su formación política, Convergencia i Unió (CiU), sigue dominando con comodidad en el Parlament catalán, aunque perdiera doce escaños con respecto a las anteriores elecciones autonómicas de 2010.
Si hablamos de vencedores, está claro que el mismo es Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que con 21 escaños se convierte en la segunda fuerza parlamentaria, aunque con enorme diferencia con respecto a los 50 escaños de CiU. Una victoria ajustada, explicada por el descalabro del Partido Socialista de Catalunya, PSC (20 escaños, su peor resultado histórico), de la regularidad del PP (19 escaños) y del avance de otras fuerzas de izquierda y soberanistas pero que no utilizaron esta bandera en la campaña electoral, tal es el caso de ICV-EUiA –Iniciativa per Catalunya los Verdes– (13 escaños), y otras formaciones menores como Ciutadáns –C´s– (9 escaños) y Candidatura de Unidad Popular, CUP (3) Por lo tanto, un Parlamento atomizado y fragmentado, aunque con mayoría soberanista.
Así, Mas se queda con menos y ahora deberá iniciar los pactos políticos. ERC le dará mucha guerra porque si bien el soberanismo catalán fue el tema estrella de la campaña, una de las razones que explica porqué Mas y CiU sufrieron la pérdida de votantes son los enormes recortes en gasto social, principalmente en sanidad, en una Catalunya atenazada por la draconiana austeridad fiscal. Muchos votantes que finalmente respaldaron a ERC o ICV-EUiA identifican a Mas y a CiU con un proyecto neoliberal en un momento sumamente malo para el liberalismo económico, aspecto que le pasó factura a Mas en las urnas por muchos votantes temerosos de que ese modelo sin freno se imponga en una eventual Catalunya independiente.
El avance de ERC explica esa sangría de votantes de CiU, así como el descalabro de un Partido Socialista en horas muy bajas, en particular tras los últimos procesos electorales, de las municipales y generales de 2011 a las autonómicas de Galicia, Euskadi y Catalunya en 2012. El PP y otras formaciones antisoberanistas como Ciutadans per Catalunya pueden explicar que el soberanismo no es homogéneo ni totalitario en Catalunya, debido a la presencia de una amplia comunidad inmigrante no exactamente identificada con un proyecto independentista catalán.
Lógicamente, el proyecto soberanista no se estancará con estas elecciones. Mas y el CiU buscarán el apoyo de un ERC fortalecido pero cuyo pacto le resultará políticamente muy caro a Mas, especialmente en materia de gasto público. Puede que las negociaciones de Mas se enfoquen igualmente en pactar con un PSC en horas bajas y con quien tampoco congenia. Por obvias razones ideológicas, resulta escasamente viable un eventual pacto de CiU con un PP que públicamente ya anunció no tener ninguna intención de pactar con Mas.
Por tanto, una Catalunya políticamente atomizada y fragmentada, aunque con el soberanismo como principal corriente política pero presionada por otras formaciones más enfocadas en la crisis económicas y las acusaciones de corrupción del entorno de Mas. La atención abre un compás de espera orientado en conocer si los pactos de gobierno reimpulsarán el incierto proyecto soberanista de Mas.