Anima a los gallegos en Venezuela a tomar la decisión de salir del país

Anima a los gallegos en Venezuela a tomar la decisión de salir del país
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Los libros y juguetes educativos son la base del negocio que puso en A Estrada esta hija de gallegos emigrados.

El retorno es una oportunidad que se le presenta a cualquier persona emigrada en cualquier etapa de la vida, pero solo unos cuantos se atreven a dar el paso. Retornar supone, de alguna manera, tener que asumir algún tipo de fracaso, pero tal vez sea peor resistir hasta el “sacrificio”, dice. Por su experiencia como profesional de la psicología, Jeanette Valiñas asegura que no se debe ir hasta tan lejos, que hay un momento en el que se debe decir ¡basta! “y tratar de solventar la situación, porque no toda resiliencia es buena”.

El consejo parece a la medida de lo que muchos están viviendo en Venezuela, país en permanente situación de crisis, del que aquellos que tengan oportunidad deben salir, asegura, sobre todo los que tiene abierta la puerta en el país de origen, como es el caso de los españoles.

Su consejo es “que no se lo piensen, porque, aun cuando encontrar trabajo en España no es fácil, vivir en este país “no tiene comparación con la vida que están llevando allá”.

Pero tienen miedo, “lo que detiene a la gente es el miedo, miedo a lo nuevo, a comenzar de cero otra vez, a lo desconocido, miedo a perderlo todo”, porque muchos venezolanos “creen que aún tienen algo”, y la realidad es que no tienen nada, y el creer lo contrario “es terrible”. Otros “están acostumbrados a vivir así y se creen que eso es lo normal, que no hay nada más que eso que viven y que eso es lo mejor. Incluso aún en esa situación escucho a gente decir que no hay país como Venezuela”, se lamenta.

El caso es que, “a lo que ellos se refieren, ya murió; ese país no es lo que era hace 30 años y no lo será nunca más. Algunos viven con la esperanza de que todo vuelva a como era hace 30 años, pero eso se destruyó”, y para recuperarlo “no basta con cambiar a una persona en un gobierno; se necesitan varias generaciones” para que Venezuela “vuelva a ser lo que era, si es que algún día lo consigue”. Y la realidad es que “lo que era tampoco era una maravilla, porque si Venezuela llegó a esta situación no fue por un presidente, sino que el presidente fue el síntoma de una enfermedad, porque todo era muy fácil allí, todo muy barato, todo sin límites y cuando no hay límites, la caída llega”, asegura Jeanette.

Para esta especialista del psicoanálisis, “si algo no funciona, hay que cambiarlo”, y por su experiencia residiendo en Europa y en España, asegura que “no hay comparación entre un país que funciona, donde hay respeto, autoridad, leyes, educación...”, en definitiva, “donde la gente tiene valores, y un país como en el que ellos están acostumbrados a vivir”.

Incluso pensando que las posibilidades de trabajar en España “son limitadas, como lo son en cualquier otro país”, porque “en ninguno te vienen a buscar a casa para trabajar”, hay que proponérselo, y plantearse también trabajar en cosas que no tienen mucho que ver con la especialidad para la que se han formado, y dejar a un lado la idea de que trabajar como empleado es una humillación. “Claro que lo mejor es venir con un proyecto, con una idea”, pero lo verdaderamente importante es “venir con la mente abierta y dispuestos a trabajar mucho”, porque en Europa las cosas con distintas. “Allá a las cosas se les ganaba mucho y la gente vivía muy bien, pero aquí eso no existe, aquí hay que pagar impuestos y hacer las cosas en regla y en orden y trabajar mucho”.

Cambiar la mentalidad

Pero para aceptar esto hay que cambiar la mentalidad, y del mismo modo que hay algunos que vienen “dispuestos a cambiar y llegan con actitud de aprender y observar, otros lo hacen con la actitud de pensar que ellos son los que lo hacen mejor, y así no se le abren las puertas”. Por su mentalidad, Jeanette cree que podría vivir en cualquier parte, “pero España es el punto medio entre el desastre de América del Sur, que es una anarquía total, y la rigidez extrema de los países del norte de Europa”, y “ese es un punto medio que me conviene”, matiza. 

Acostumbrada a analizar las situaciones desde un punto de vista profesional, considera que no es bueno quejarse; que cuando las cosas no van bien, lo mejor es verle el lado positivo, porque, de lo contrario, se entraría en un “círculo vicioso, y cuanto más mal les va más se quejan de los problemas que tienen, y más acusan, y más se encierran”, dice, y añade: “Hay cosas que no se pueden decir, pero para mí es inevitable no darme cuenta de que esas personas van por mal camino y que su actitud no les permite la integración”. Otros, sin embargo, “se dan cuenta de las cosas y con los golpes de la vida, cambian de aptitud”, y esa es la postura que, a su entender, se deber adoptar.

Jeanette está acostumbrada a enfrentar los problemas. Nació en Venezuela, pero había muchas cosas de ese país que no le gustaban. Y enfocó sus estudios para irse a París, y de París a Bélgica, y una vez en Bélgica, lo dejó todo otra vez, menos a sus hijas, y se vino a España, y hoy vive en A Estrada, en Galicia, muy cerquita de Silleda, de donde son orginarios sus padres, que también han retornado. Su padre, por motivos de salud, y “ahora no se iría de España por nada”, asegura Jaenette. Y eso que a veces muestra “una nostalgia y una tristeza muy grande, porque perdieron muchísimo”. “Él conoció un país donde lo hicieron todo y todo eso se acabó”, por eso, “ir ahora a Venezuela sería impensable”, dice.

Su madre y su hermana se vinieron hace un año, después de que ésta se quedara un tiempo en el país bolivariano dirigiendo el negocio de su padre. Ahora, se decidieron a emprender una vida nueva todos juntos en Galicia, donde a Jeanette le gustaría quedarse a vivir.

40.000 retornados en una década

Esta venezolana y su familia forman parte de los más de 40.000 gallegos, tanto de nacimiento como descendientes, que retornaron a la comunidad autónoma en los últimos diez años.

En 2018, la cifra fue de 7.024 personas, (un 7% por encima del año anterior), según el Instituto Nacional de Estadística. De ellos, 5.649 (más del 80%) son menores de 65 años y 3.742 (más del 53%), tienen menos de 45.

El retorno a Galicia se multiplicó por más de dos en los últimos diez años, al pasar de los 3.085 registrados en 2009 a los más de 7.000 de 2018, y El saldo migratorio en Galicia fue positivo en el año 2018 en 13.136 personas, de las que 7.014 son menores de 30 años. Con respecto al resto de España, el saldo creció un 220,57%, dejando unas cifras positivas de 252 habitantes.

Por lo que respecta al número de gallegos residentes en el exterior, aumentó hasta llegar a los 519.646, mientras siguen disminuyendo (-2.549 personas) los emigrantes que nacieron en Galicia y salieron al extranjero.