La presidenta del Centro Cultural Amigos de Galicia vincula la entidad al carisma de este sacerdote ourensano

Verónica Aros dice que “Francisco Sampedro nos hizo sentirnos más gallegos que nada” en la ciudad de Viña del Mar

La presidenta del Centro Cultural Amigos de Galicia de Viña del Mar, Verónica Aros, visita estos días Galicia para recorrer algunos de los lugares por donde pasó el sacerdote ourensano de la congregación de San Vicente de Paul Francisco Sampedro, de quien destacó su etapa pastoral en Valparaíso y su influencia entre la población que, doce años después de su fallecimiento, continúa organizando actividades típicas de la cultura gallega en su honor.

Verónica Aros dice que “Francisco Sampedro nos hizo sentirnos más gallegos que nada” en la ciudad de Viña del Mar
Sacerdote con Dalai
El sacerdote Francisco Sampedro, en un encuentro con el Dalai Lama.

La movilidad geográfica desencadena fenómenos a veces inexplicables que solo adquieren sentido una vez que se conoce su trasfondo. Cuando un hombre se mueve, nadie puede predecir hacia dónde le conduce el movimiento ni tampoco la repercusión que ello tendrá en el futuro. Algo así ha ocurrido en la localidad chilena de Viña del Mar (región de Valparaíso) con la llegada, en 1971, del sacerdote Francisco Sampedro, miembro de la Congregación de la Misión (fundada por San Vicente de Paúl en el siglo XVII), especialmente volcado en asuntos relacionados con la educación, quien falleció en el año 2004. Hombre de alta preparación académica (escribió algunos libros), Sampedro nació en Villar de Barrio (Ourense) en el año 1941 cuando España, y por consiguiente Galicia, comenzaban a sobreponerse a una guerra civil de tres años que no hizo más que ahondar en el sufrimiento de una población de sobra castigada por la falta de oportunidades.

A Valparaíso llegó Sampedro después de un tiempo dedicado a formarse en institutos y universidades españolas y romanas, y en esa región se desempeñó como académico en la Pontificia Universidad Católica durante 30 años, en los que estuvo especialmente dedicado a la investigación y al trabajo ecuménico y a colaborar con las más altas instancias de la iglesia chilena.

Pero, más que sus conocimientos, fue su carisma lo que hizo de este sacerdote un hombre trascendente, hasta el punto que, a día de hoy, en Viña del Mar, existe una entidad, conocida como ‘Centro Cultural Amigos de Galicia’ que, utilizando exclusivamente recursos propios, se dedica a difundir la cultura y las tradiciones gallegas gracias, única y exclusivamente, a la influencia que Sampedro ejerció entre los ciudadanos del lugar que, doce años después de su fallecimiento, lo siguen recordando como una persona excepcional. Su amor por Galicia, sus gentes y sus tradiciones, así como por su gastronomía calaron de tal manera entre la población que, curiosamente, personas cuya cultura poco tiene que ver con la que durante siglos se desarrolló en el noroeste de la Península Ibérica, se vuelcan en difundir una cultura que, ya de ninguna manera, consideran ajena.

Es el caso de Verónica Aros, de origen catalán, quien elogia constantemente al sacerdote por su dedicación pastoral y también por el hecho de haber sido capaz de transmitir unos valores que considera elementales para la vida. Presidenta del Centro Cultural Amigos de Chile desde que se fundó, en 2011, Aros reconoce que fue pieza clave también en la educación de sus hijos, y es por eso que se preocupa de hacer prevalecer aquello que tiene que ver con su lugar de procedencia y que éste se encargó de divulgar allá donde su vida pastoral le situó hasta su fallecimiento.

Gracias a la dedicación de Verónica Aros y de su equipo directivo, en Viña del Mar se pueden degustar cada cierto tiempo productos tan típicos de Galicia como la empanada –“la que hacemos aquí, cada vez se parece más a la empanada gallega”, comenta– y es posible moverse al ritmo de los tradicionales bailes regionales, así como estudiar un idioma de origen latino como es el gallego, que facilita la comunicación con portugueses y brasileños. Igualmente, se pueden recordar fechas tan señaladas en la comunidad como el Día das Letras Galegas o la celebración de la fiesta del Apóstol Santiago, y participar en talleres de gaita o en ciclos culturales que incluyen, además de conferencias (algunas contaron con la participación del colaborador de ‘Crónicas de la Emigración’ Edmundo Moure), exposiciones y actos musicales diversos de exaltación de la cultura galaica.

De todos modos, aclara, se trata de una cultura que no les es ajena, porque “la cultura chilena es en parte herencia de la cultura gallega”, dice, y en Chile existen muchas palabras y costumbres parecidas a las que se dan en el idioma y en la tradición gallega que delatan su procedencia, añade.

Con un total de 46 socios, el trabajo de los responsables de la entidad, que se desarrolla en un “ambiente muy cálido”, según la presidenta, causó “sorpresa” entre la población, que vio cómo la cultura gallega, tan “encerrada en el Estadio Español”, comenzaba a tener su “espacio” propio y a difundirse gracias a una serie de actividades periódicas que giran “siempre en torno a la comida”, confiesa Aros. Tanto es así que a la presidenta de la asociación le piden “recetas gallegas” y entre unos y otros, las comparten para renovarse en la tarea culinaria.

También han creado una banda de gaitas con el nombre de ‘Nova Galicia’ y elaboran, cada seis meses, una revista, ‘Utreia’, en la que dan cuenta de las actividades de una asociación que, según Aros, “ha abierto las puertas de la cultura gallega” a la población en Viña del Mar y ha permitido a muchos habitantes del lugar conocer la diversidad que hay en España. Algunos llegaron a decirle que, gracias a estas actividades, ahora eran capaces de reconocer que “España es más que el flamenco y la zarzuela”.

Y todo gracias a dejarse influir por el amor de un hombre hacia su tierra natal, Galicia, que, según Verónica Aros, “nos hizo sentirnos más gallegos que nada”.

Cada cierto tiempo, en lugar de interesarse por sus orígenes catalanes, Verónica prefiere perderse por tierras de Galicia para conocer un poco más los lugares en los que creció este hombre que dedicó buena parte de su vida a compartir, ayudar, aconsejar y educar. Estas fueron para él “la esencia del día a día y el objeto principal de su vida en Chile”, recoge ‘Ultreia’ en su número de febrero del pasado año, en el que dedica un reportaje a la tarea ‘espiritual y pastoral’ de este sacerdote, al que no cabe atribuir todos los méritos, ya que si importante es sembrar, tanto o más lo es hacerlo en terreno fértil. Lo que Sampedro se encontró en Viña del Mar no era para nada terreno infecundo, sino un campo especialmente abonado para demostrar allende los mares que el planeta en el que vivimos, tal vez por su redondeada forma, nos obliga a permanecer interconectados y a ser permeables a todas las necesidades y manifestaciones culturales que se dan en cada pueblo o región.