Hay que lamentar el fallecimiento de un miembro de la colectividad de 90 años

El presidente del Centro Gallego de Marsella asegura que “la región está muy contagiada”, pero que los gallegos están bien

El Centro Gallego de Marsella cumple este mes de abril 41 años de su fundación, pero los actos conmemorativos de la efeméride deberán posponerse a cuando acaben las restricciones impuestas por el Gobierno francés para luchar contra el coronavirus. La pandemia que trajo consigo el Covid-19 ha obligado a Francia a adoptar medidas serias para evitar el contagio, que explica Manuel Silva Pereira, presidente del Centro Gallego de Marsella.
El presidente del Centro Gallego de Marsella asegura que “la región está muy contagiada”, pero que los gallegos están bien
Miranda en Marsella (archivo)
Manuel Silva, junto a Antonio Rodríguez Miranda, en la última visita del secretario xeral al Centro Gallego.

El Centro Gallego de Marsella cumple este mes de abril 41 años de su fundación, pero los actos conmemorativos de la efeméride deberán posponerse a cuando acaben las restricciones impuestas por el Gobierno francés para luchar contra el coronavirus. Sin embargo, no es el nuevo aniversario de la entidad lo único que queda aplazado de celebración por parte de esta entidad. Para el festival celta que se programa cada año a finales de abril también se deberá fijar una fecha en otra ocasión.

La pandemia que trajo consigo el Covid-19 ha obligado a Francia a adoptar medidas serias para evitar el contagio, que pasan por cerrar establecimientos y mantener a la población confinada en sus casas, lo que obligó también a cerrar las entidades asociativas de la colectividad en el país galo. “Solo se puede salir a la calle para acudir a los supermercados, a la farmacia o a realizar actividades necesarias”, como repostar los vehículos. Pero en los coches, que sí pueden ir “dos personas cuando la situación lo requiere, es obligatorio que una vaya delante y la otra, detrás”, afirma Manuel Silva Pereira, presidente del Centro Gallego de Marsella.

Así están las cosas en Francia, un país con más de 147.000 casos de infectados por coronavirus y que se aproxima a los 18.000 fallecidos. Alrededor de 220.000 españoles están inscritos en el CERA (Censo Electoral de Residentes Ausentes) en ese territorio, de los cuales, casi 17.000 son gallegos. Muchos de ellos se asientan en Marsella, ciudad portuaria al sur del país, la segunda más poblada de Francia, rica en cultura, historia y gastronomía, y donde la actividad pesquera se erige como el principal motor económico de esta rica urbe. 

En Marsella se han ocupado en negocios de la construcción los cientos de gallegos que, principalmente a mediados del siglo pasado, han fijado su residencia en ese rincón turístico de la Costa Azul. Los jóvenes que se instalan en estos tiempos tienen empresas y restaurantes, pero entre los que llegaron en otros tiempos figura Manuel Silva, quien lleva desde 1972 viviendo en esa localidad –“me fui con 19 años”, dice– y desde hace 15 preside el Centro Gallego de Marsella del que su hija es vicepresidenta. Con anterioridad ya había desempeñado el cargo de vicepresidente de la entidad, pero ahora le han tocado tareas de más responsabilidad que realiza con dedicación y buena disposición. 

Manuel, casado y con una hija, vive a 40 kilómetros del Centro Gallego, en una casita en las afueras, y todos los sábados realiza el recorrido hasta la sede para dirigir las actividades de una sociedad que agrupa a unos 170 socios, de los cuales 86 son gallegos nacidos en la comunidad autónoma. La mayoría son mayores que acuden a jugar a las cartas y realizar otras actividades de ocio que les reportan bienestar.

Estos días, como ocurre al resto de la población, Manuel vive confinado, “ocupándose del jardín y de la casa” y esperando que pase pronto esta pandemia que, según asegura, tiene a la región “muy contagiada”. Manuel habla de unos 2.000 afectados y de alrededor de 400 muertos en la zona, entre los que se cuenta un hombre de 90 años, miembro de la colectividad, con bastantes problemas de salud previos, que pereció a causa del coronavirus. Su mujer, que sufrió el contagio, se recuperó porque “la atendieron a tiempo”, confiesa Manuel, quien asegura que no conoce casos de más afectados entre los conocidos y socios de la entidad.

“Los que nos conocemos nos llamamos a menudo” y todos parecen estar bien, apunta el presidente del Centro, natural de Moraña (Pontevedra), a donde acude cada verano para mantener el contacto con su lugar de origen. En sus últimas estancias en Galicia se ha dedicado a restaurar la casa que los padres poseen en dicha localidad, porque a Manuel le gusta estar en el campo, tanto en Moraña como en Marsella. 

Haciendo gala de su condición de gallego, se resigna a no poder salir de casa –“Pienso que es para todo el mundo igual”, dice–, y asegura que el confinamiento lo lleva “bien”, salvo que no puede ver a su nieto, lo que, como tantos y tantos abuelos, lamenta profundamente. Por lo demás, “me gusta estar en el campo y no me preocupa mucho el estar en casa”, comenta.